martes, 13 de abril de 2021

DOÑA JULIA (Vivencia cercana)

 

Doña Julia llevaba más de siete décadas vividas en esta tierra y en esta vida, llevaba también cinco hijos, y más de una docena de nietos, había vencido casi todo obstáculo que había surgido en el camino que había escogido para recorrer, y lo había hecho entera, siempre con una sonrisa amable para los extraños, y un amor infinito de madre y de abuelita.

Llevaba también una carga indeseada, y muy pesada, que hacía lentos y cansados sus pasos, y la obligaban a guardar un silencio que muchas veces se confundía con desinterés o cansancio senil…  ese silencio que solo ocurre cuando la tristeza inmensa silencia una vida de compañía, de complicidad y de amor, silencio de luto, un luto cerrado, y cerrado de verdad, con siete candados, luto que llevaba debido a la pérdida de su esposo y pareja de toda la vida y de todas las mejores horas de su pasado; su amado Emilio.

Lo único que no llevaba luto en ella era su cabellera, que era plateada, no existía una sola hebra de  color en aquella suave, hermosa y ondulada corona de sus días, y de sus lágrimas, que sumaban cada uno de sus hilitos de plata, y cada una de las noches en blanco y en soledad.

La vida le había quitado su par, su ¨nosotros¨, y la fuerza que la mantenía en esta tierra era suficiente para mantenerla viva y bien para su familia, pero no para ella misma…Desde el momento que se vio sola, no había aire que al refrescara, voz que la consolara o música que la bailara.

Más que vivir cada día, lo que doña Julia hacía era cumplirlos, cumplir con despertar, cumplir con desayunar, cumplir con el ritual de existir cada día, cumplir con la gente que no notaba que sólo era parte de ella la que aún existía…

Los compromisos sociales solían ser la parte más difícil, saludar con una sonrisa incompleta y pretender disfrutar de las comidas o de las charlas…Responder a la pregunta que siempre llegaba: -¿Doña Julita, ya supero su perdida?-  y la ganas de gritar que- ¡NO!- Escondidas detrás de un - ¨Ya mejor, gracias…¨- y luego sentarse en silencio hasta que la hija o alguna nieta le decía:- ¨Vámonos abuelita…Ya es tarde…¨

Fueron años en que la oscuridad de su luto se había vuelto parte de sus días, y aunque había una lucha interna incesante por volver a ser feliz y completa, la razón no acababa de llegar.

Por esas idas y venidas que tiene la vida, doña Julia tuvo que regresar a su pueblo natal, viaje largo y en bus, muy cansador para sus ya cansados huesos, sin embargo cada kilómetro recorrido parecía darle nueva fuerza a sus latidos, y nuevo color a sus recuerdos desteñidos por los años, pensaba en su casita, en el río, en los árboles que daban vida a su jardín…En la plaza del pueblo donde lo conoció e inició su  historia juntos.

Ella logro ver en la ruta cuanto tiempo había pasado, cuantas decenas de lunas llenas…Y por un juego cruel de la luz, veía de manera intercalada con el paisaje exterior, su propio reflejo en la ventana, cada una de las líneas en blanco y negro que le había dibujado la vida, en una especie de sincronía y contraste con los kilómetros que ella recordaba tan diferentes en su memoria gastada por  tanto trajín.

Alcanzó a ver cási como un borrón la única señal que le interesaba de aquel camino serpenteante…La cruz que marcaba el lugar en tiempo y espacio desde el cual ella continuó la vida sola, debido al descuido de un chofer inconsciente, que por pasar varias noches sin dormir y conduciendo, dejo a varias personas, además de doña Julia, sin dormir y sin rumbo, en soledad y orfandad sin posibilidad de remedio ni desquite.

Fue tan rápido el vistazo que no alcanzó siquiera a que la alcance la nostalgia, con su ya acostumbrada y exagerada carga de tristeza… Solo fueron un par de segundos en el camino.

El bus cojitranco los entregó masticados en el destino, aquel pueblito de sus primeras luces, doña Julia sintió sus pulmones llenarse del aire de su infancia, de los olores que ni siquiera sabía que extrañaba… el pan de la esquina, el olor a tierra recién arada, olor a eucalipto, a leña quemada, á café recién tostado, a sultana y a hierba mojada… Era aroma a tiempos felices, y así se sintió en cada paso desde que bajo del bus hasta que logro conciliar el sueño en la cama de sus primeros sueños.

La ciudad en la que vivía tenía una humedad mañanera que le hacía doler los huesos, sin embargo despertar en su pueblo natal, con otro tipo de humedad, con una noche y un calor diferentes, la hízo sentir renováda, éra como que su cuerpo se nutría de aquella tierra y aire que vio su origen…Se sintió como no recordaba que podía hacerlo, su nieta que la había acompañado en el viaje se sorprendió al encontrarla en la cocina, preparando el desayuno, aún con su camisón de dormir, y descalza, como flotando…Tenía calentando la sultana en la pava y preparaba sus pancitos de plátano, que hacían las delicias de sus hijos y nietos.

También había un brillo diferente en sus ojos, una forma diferente de moverse, se hubiera dicho que alguien le inyectó vida… La nieta incluso creyó ver un esbozo de sonrisa en aquella carita arrugada.

La mañana y la tarde de aquel día pasaron como un suspiro, caminando y reconociendo lugares, saludando recuerdos y personas de muy antiguas historias, doña Julia del brazo de su nieta, contándole con voz muy medida y cuidando cada palabra,  los pedazos de aquellas historias en cada lugar que visitaban y que le devolvían alguna pieza de ese rompecabezas enorme que fue su infancia y parte de su juventud.

La razón de haber regresado era el festejo de cumpleaños del último pariente vivo que quedaba en aquel pueblito, programado para esa noche, con cena y baile.

Después de haber aplanado caminando casi todo el pueblo que ella añoraba, y de haber desdoblado y puesto a orear cientos de recuerdos, volvieron a la casa alistarse para la cena de cumpleaños, Doña Julia tomo un refrescante baño con agua fresca, escanciando el agua sobre su cuerpo con una tutuma, como había aprendido a hacerlo desde niña, y que aún en la comodidad de la ciudad y sus regaderas de temperaturas indecisas, consideraba era la única forma correcta de tomar un baño.

Se puso un vestido negro, sus zapatitos plateados y ella y su nieta caminaron con paso decidido a la casa del cumpleaños, siendo entre las primeras invitadas en llegar.

Las recibió la esposa del cumpleañero, con mucha alegría, y con un abrazo que parecía cerrar un ciclo en la vida de ambas mujeres septuagenarias.

Se sentaron en unas sillas dispuestas al lado de la pared,dejando el espacio de la sala libre para el baile, mientras sonaba una cumbia antigua en un radio que funcionaba gracias a composturas improvisadas después de años de haber cumplido su vida útil, mientras un garzón servía a los invitados la mezcla típica del pueblo, singani con jugo de naranja, conocida como ¨Yungueño¨ , doña Julia había sido abstemia desde el accidente con su esposo, también a modo de luto, pero algo en aquélla noche, en aquél pueblo suyo, en aquél momento, hicieron que acepte la copa que le ofrecían con aquel licor amarillo aterciopelado…

Mientras llegaban los invitados, un pequeño grupo de músicos alistaba parlantes y conexiones, jalando cables y afinando sus instrumentos, doña Julia sorbía de su bebida, y con cada trago sentía un tibio en la garganta y en el alma, un tibio reconfortante, que no había sentido hace mucho, mucho tiempo… El conjunto musical empezó a tocar y cantar…Doña Julia sentía como cada golpe del bombo, cada bordón y rasgueo de guitarra y cada silbido de las quenas despertaban en su ser  fibras de alegría y entusiasmo que habían estado hibernando por décadas, recordada además, las fiestas con su Emilio, como bailaban juntos y como él había ganado su corazón con un pañuelo blanco ondulando de su mano, al son de una quimba en la que él le entrego su vida a cambio de su amor eterno.

El grupo musical hizo una pequeña pausa y empezó la siguiente canción con un rasgueo enérgico en el cual doña Julia reconoció aquella cueca de su único amor, los aplausos que eran como un latido de corazón, pero con dos tiempos,  sonaban y la golpeaban a ella en lo más profundo de sus nostalgias y cada vez con más fuerza, produciéndole unas insoportables ganas de bailar.

Hasta ese momento ninguna pareja había tomado la iniciativa del baile, quizás por ser temprano en el festejo o por estar esperando la cena, la menuda ancianita se sintió trasportada por aquel ritmo y empezó a caminar con paso valseado hacia el centro de la sala, procurando un pequeño pañuelo con bordes de encaje de su bolso, vio que en la pista la esperaba aplaudiendo su Emilio, tal como ella lo recordaba, gallardo y con un pañuelo blanco apoyado en su hombro,  una enorme sonrisa se le dibujó en su rostro y los ojos se le llenaron de lágrimas de felicidad, que intentó esconder coqueta detrás de su pañuelo mientras se acercaba a su pareja.

Los invitados y la nieta vieron con sorpresa como la abuelita mustia se convertía de repente en una grácil bailarina, que agitaba el pañuelo como si fuera una paloma queriendo irse volando de su mano, al ritmo de aquella cueca, y adornaba su valseado con pasos dobles, sonrisas y giros, como flotando en su propio cielo…La alegría se contagió a todos, pero nadie quiso interrumpir aquel baile que parecía en solitario, pero que doña Julia tenía en realidad con su Emilio…Bailó desbordada de alegría, llegando a la parte de la quimba en la que aplaudieron todos, compartiendo aquél entusiasmo de una vida que reiniciaba con un ritmo de zapateo, y gritos y aplausos de dos tiempos de alegría, alegría doble.

 Era una anciana recién nacida, que se acercó valseando con mucha ternura a aquel recuerdo donde lo esperaba su Emilio arrodillado y mirándola para siempre a los ojos con su pañuelo en alto, justo antes de la explosión de aplausos entusiastas por parte de todos los invitados al rasgueo final de la cueca, con una mirada de despedida y amor para siempre, que le permitió a partir de aquél momento  continuar feliz y completa hasta el último de sus días.

CUANDO SABINE ATRAPÓ UN SOL (Cuento infantil)

 

Aquella tarde había sido agotadora,  pero muy divertida, Sabine la pasó jugando sin un minuto de tregua desde que su mamá le dió permiso después de comer.

A pesar de estar cansada, se detuvo un momento a hacer un recuento de sus juegos, pues había hecho de todo, y quiso enlistarlo: construyó dos rascacielos, uno azul y otro colorado,  una casa para el perrito , que incluía garaje, hizo una cirugía de urgencia y rescató de la muerte a su muñeca favorita reimplantándole la  nariz, cocinó una cena para una banda de siete grillos que la visitaban por las tardes, y afinó sus instrumentos musicales para que durante la noche salieran a cantarle al sereno en el tono debido, decidió que aun no era tiempo de detenerse ni descansar, eso era cosa de grandes...Pero tomó una pequeña pausa arrodillada en el piso de madera.

La luz del atardecer hacia un esfuerzo por lograr entrar en la casa a través de las gruesas cortinas de la abuelita, y el ambiente taciturno de la sala donde Sabine se encontraba no le permitían imaginar cómo continuaría su tarde de juegos, su cuidadosa  mamá fue a ver por un instante que ella esté bien, y al hacerlo, abrió un poco la cortina para que entre más luz, un rayo de sol dorado del atardecer  se apresuró  a caer con fuerza delante de Sabine quien vio unos pequeñísimos  puntos luminosos y juguetones que lo atravesaban, llenando el rayo de luz de línea a línea, como si supieran sus límites antes de caer en la sombra, e iban nadando en la luz, bailaban, subían y bajaban, caían y se elevaban con mucha lentitud…Sabine quedó atónita y encantada contemplando aquel polvo de oro que veía por primera vez.

Estiro la mano queriendo atrapar uno de aquellos granitos luminosos para verlo de cerca, pero no lo logro, pues se escapaban veloces con la cercanía de sus manitos, quiso preguntarle a su mamá qué eran, pero prefirió investigar un poco más…y pensaba y pensaba… Hasta que le llego su respuesta: ¡Era harina de luz!

 Ella había visto como su mamá y su abuelita juntaban un polvo blanco llamado harina  con leche y huevos, la amasaban, la dividían en pequeñas pelotas que luego aplanaban y después de meterlas al horno caliente sacaban unos deliciosos panes para desayunar, entonces pensó que aquellos puntitos bailarines y esquivos no podían ser otra cosa que harina de luz…Y pensó que si juntaba los suficientes, podría ella amasar y tener su propio sol.

Para Sabine las ideas eran acción, así que se puso manos a la obra; primero pensó que, una vez atrapados, tendría que juntarlos en un recipiente que los mantenga sanos, juntos y sin poder escapar,  hasta que pueda reunir los suficientes y darles forma amasándolos, pensó y pensó y se acordó de una pequeña linterna que tenia para jugar al doctor, supuso que si la linterna daba luz, la luz podría guardarse en ella, así que la buscó en su cajón de juguetes y al encontrarla la destapo por detrás, quito las pilas y  vio que el tamaño del contenedor era suficiente, se alisto para atrapar harina de luz.

Fue a la sala donde estaban entrando los rayos del sol por la ventana y vio que estaban llenos de aquellos granitos escurridizos, entonces empezó la cacería… intentaba agarrarlos a toda velocidad, pero sus aleteos solo hacían que los puntitos escaparan con más rapidez, luego intentaba con mucha paciencia y tranquilidad, y se dio cuenta de que eran tan pequeñitos que una vez atrapados, era imposible verlos, pero ella que es muy paciente e incansable,  atraparía todos los que fueran necesarios para amasar su propio sol.

Juntaba  unos cuantos y los iba echando en el contenedor de las baterías de la linterna, muchas veces, siempre esperando ver el contenedor lleno después de tantos  aleteos y granitos atrapados, pero no ocurría ni veía nada, sin que eso importe,   ella seguía con mucha paciencia atrapando granitos de sol y metiéndolos en la linterna y así… Hasta que la noche le gano al día y los granos de oro flotantes desaparecieron.

Sabine se entristeció un poco al ver que no había juntado harina suficiente, pero se fue a dormir con la determinación de hacerlo al día siguiente con más cuidado y hasta terminar.

Despertó temprano de mañana, y vio como la luz de su cuarto venia cargada de granitos luminosos, y reinicio la tarea de juntarlos…Tuvo algunas dudas respecto al proceso que seguiría después, así que le pregunto a su mamá como era el sol. Su mamá le respondió que era muy muy grande y muy muy  caliente y que gracias a él nosotros en la tierra no pasábamos frio, entonces Sabine se entusiasmo mucho más, pues podría tener su propio calorcito siempre, le pregunto a su madre de que estaba hecho, y ella le dijo que de fuego…Esto preocupo un poco a Sabine, quien ya sabía que el fuego puede causar dolor y destruir, pero no detuvo su tarea de juntar harina de luz en su linterna, decidió que el mejor lugar para guardarlo mientras juntaba la cantidad necesaria era el refrigerador, pues así los granitos de fuego se mantendrían frescos y  no podrían causar daño, además ella sabía que una vez cerradas las puertas de éste, la oscuridad dentro era terrible, y le causaban mucha lástima los tomates durmiendo en un ambiente tan oscuro, ella los ayudaría con su harina de luz.

Paso otro día juntado y juntado granitos de luz para hacer su propio sol, se iba a la cama más temprano de lo normal para que la noche pasara mas rápido y ni en sueños podía esperar a que amaneciera para continuar su colecta de luz, pero se entristecía un poco cada final del día al ver que mientras más granitos de harina de luz juntaba, menos llena parecía la linterna, pero no dejo que esto la detuviera ni la molestara, pasaba sus horas mejores bailando al ritmo de aquellos rayos de sol cargados de granitos de luz, escurridizos y  fugitivos, y los que atrapaba los guardaba en su linterna.

A los seis días se le ocurrió que tendría que haber una forma de atraparlos mas rápido, y pensó en los peces, ella sabía que se podían atrapar uno a uno con un hilo y un anzuelo, y también sabia que podían atraparse muchos con una red, pero no tenía idea de cómo hacer una red para atrapar harina de luz, así que recurrió de nuevo a su mamá, y le pregunto cómo se atrapa luz.

Su mamá le respondió: -De varias formas hijita, puedes poner una ventana donde quieras que haya luz, y esta entrara, también puedes poner un tragaluz- pero esto le sonó a Sabine muy cruel - Y también puedes poner cosas que reflejen la luz para que esta llegue a donde no puede llegar, por ejemplo los espejos…

Esa era la respuesta que Sabine buscaba: ¡Un espejo! Ella sabía que su mamá tenía un espejo grande que usaba para arreglarse, y también había visto unos pequeños que guardaba en su cartera,  que usaba para darse color a los ojos cuando la llevaba a la escuela…así que le pidió uno de regalo para continuar la colecta de granos de fuego, ahora como si fuera con una red para peces.

Ya con el pequeño espejo redondo en la mano, Sabine lo sumergía en los rayos de luz para atrapar los esquivos granitos, y luego pasaba raspando la superficie reflectante para meterlos en la linterna, pensaba que podría atrapar muchos y tan pronto que su sol estaría listo en poco tiempo.

Grande fue su sorpresa al final del día al ver que el contenedor de la linterna aun se veía vacio, pero de todos modos fue a poner su arduo trabajo del día en el refrigerador.

Al día siguiente, después de haber pasado el día entero cazando harina de luz, cayó muy cansada en el mismo lugar donde había visto los puntitos por primera vez, pensando que nunca lograría juntar la cantidad de granitos necesaria para hacerse un sol,  y dejo por un instante su pequeño espejo apoyado en el piso, lanzo un suspiro de cansancio que llevaba  también algo de tristeza, alzo los ojos hacia la ventana con las cortinas y algo llamo su atención, en el techo de yeso, casi justo encima de ella, y justo encima del espejito, había un pequeño sol, mirándola desde arriba.

Sabine quedo encantada mirando como hipnotizada a ese pequeño sol que había aparecido sin que ella lo amase ni lo horneé, y empezó a preguntarse cómo es que eso había ocurrido, supuso que en el refrigerador los granitos se juntaban cada noche a pensar como escapar y que habían hallado la forma de hacerlo, aprovechando alguna de las veces que su tío iba en medio de la noche a sacar algo para comer, y lo hicieron avanzando con sigilo y lentitud primero por las paredes del refrigerador, luego por las paredes de la cocina hacia el techo y luego hacia la sala para encontrar la ventana.

El plan les fallo ya que en su huida fueron descubiertos por ella, quien no permitiría que escapen,  había trabajado varios días y muy duro para juntarlos, así que alzo con mucho cuidado el espejo del piso para atraparlos, apenas toco el espejito y el solcito se movió, ella se quedo quieta vigilando que no escape y el solcito se detuvo, volvió a mover el espejo y  ¡El solcito se volvió a mover! Entonces Sabine lo descubrió, todos los granitos que había atrapado con su espejo no entraron nunca en la linterna sino que quedaron atrapados en la magia de su espejo y habían creado juntos un pequeño sol, y no escaparía del espejo pues no podían… Sabine  se  alegro muchísimo, pues había previsto que para terminar su pequeño sol  tendría que amasarlo y hornearlo como el pan de su abuelita, y no le permitían acercarse ni tocar el horno.

Desde ese día Sabine lleva su pequeño sol  a todas partes, pone su espejito donde quiere y lo mueve hasta encontrar el punto exacto, en la pared o en el techo, para que este aparezca y le dé su luz,  conversa con él, le muestra sus trabajos y dibujos, le cuenta los  juegos del día,  a cambio este le da calor y luz, y de vez en cuando una sonrisa tímida en la pared.

Al caer la noche cuando ambos ya están muy cansados, cada día sin falta, Sabine lleva  su sol al refrigerador, donde aun lo guarda, para hacer compañía y que no le teman a la profunda oscuridad del refrigerador, sus amigos los tomates.

lunes, 15 de junio de 2020

LA ULTIMA CONVERSACIÓN II (Vivencia Infantil)


-Más bien tú no empujas tan rápido, tu primo me tiene con el corazón en la boca…jajaja-.
- Que bueno abuelito ¿Pero más bien no prefiere llegar más rápido?
- No, no hay apuro hijito, no es que vayan a dejarme sin asiento…jajaja-.
Así bromeaba mi abuelo Hernán la primera mañana de domingo en la qué lo empujaba en su silla de ruedas llevándolo a la iglesia.
Había aceptado ese trabajito dominical después de que uno de mis primos mayores dejara de hacerlo, y con cierta reticencia de mi parte, ya que si mi abuelo era conocido por algo era por su mal carácter, y por su seriedad que iba mas allá de lo comprensible. Siempre intimidante para nosotros los nietos.
Aquélla primera mañana hablamos muy poco, dado que la caminata desde su casa hasta la iglesia eran solo unas pocas cuadras, y ya estando ahí él se desenvolvía solo, mi otra labor era devolverlo a casa terminado el servicio dominical.
Había perdido las piernas por las chapuzas de un acupuntor de pacotilla al que había recurrido para aliviar una serie de dolores en las extremidades, producidos por la imbatible diabétes diagnosticada con muchos años de ventaja para la enfermedad…Y por dolores crónicos producidos por un incidente en la guerra, del cual casi no se hablaba en la familia, no que sea un secreto, pero la seriedad legendaria de mi abuelo era un muro invisible que de manera muy esporádica se animaba uno a querer romper.
Ese respeto casi militar estaba muy cimentado en mí y en mis hermanos, así que la tarea de empujarlo  fue casi una imposición.
El segundo domingo llegue unos minutos tarde a recogerlo, sin embargo me recibieron él y mi abuelita muy cariñosos. Al salir me pidió que lo lleve por otra ruta, fuimos por el lado en el que había un parque lleno de arboles, y muy tranquilo, mi abuelo me pidió dar una vuelta en lugar de pasar de largo, y así lo hicimos, y empezó a hablarme.
-¿Cómo estas papito? ¿Estás de vacaciones?
-Si abuelito, de la escuela sí, pero conseguí un trabajo durante la semana, soy mensajero de una imprenta-.
-Ah que bien, es un buen trabajo para empezar… ¿Y cómo te está yendo ahí?-.
-Bien abuelo, no es complicado lo que se hace, y el jefe es atento y nos enseña, además que puedo ganarme unos pesos-.
- Claro, y el consejo que te puedo dar es que nunca agarres ni un peso que no sea tuyo. A la gente se la respeta por su honestidad-.
- Tiene razón abuelito-.
- Y en una imprenta, mira vos caracho, está en la familia…
Eso lo decía porque mi abuelito fue el primer prensista de Cochabamba, dueño  y fundador de  ´´Imprenta Tunari´´en la cual tengo mis recuerdos más antiguos de él, muy concentrado parado delante de unos cuadros iluminados en los que armaba unos bloques con piecitas de metal llamadas ´´tipos´´, que tenían letras invertidas en sus puntas, para luego amarrarlas en bloques cuadrados o rectangulares con un cordón duro y blanco y unirlas a otros bloques que ya había armado, y que en su conjunto eran las paginas que se imprimirían en el papel, en un trabajo milimétrico que se fue perdiendo con la modernización y digitalización de las imprentas.
-Y que bien que empieces a trabajar desde tan joven, eso forja el carácter, solo no descuides tus estudios… Tu mamá era muy buena trabajadora en la imprenta, honesta y responsable la camba respondona, por eso se encargaba de abrir y de cerrar ¿Sabias? Así que ustedes deben ser todos buenos trabajadores.
- Si sé algo, pero no mucho, se que ahí se conocieron mis papás…
Vimos la hora y al darnos cuenta de que estábamos atrasados para la iglesia nos apuramos en llegar.
Al devolverlo a la casa al medio día mi abuelita me regalo unas monedas y un cariñoso gracias.
La condición médica de mi abuelo era delicada, por una infección persistente  que le había dejado la amputación de ambas piernas debido a gangrena, era un peligro permanente que la infección regrese más agresiva y el riesgo de gangrena también, sin embargo en esas cortas charlas o en general no se lo veía decaído o adolorido, su mirada siempre era firme y altiva, detrás de sus gruesas gafas de carey, y con su peinado de cabellos gruesos y parados como una brocha , una mezcla desigual de cabellos negros y canos, y su bigote cosaco, que recordaba una versión boliviana de Lenin, incluida la seriedad militar.
Habiendo sido muy corpulento y sano en sus mejores días, y tan resistente a los males, que había combatido sin saberlo a la carcoma de la diabetes a base de whisky añejo y café negro, que eran infaltables en sus mañanas y en sus tardes, al igual que sus cigarrillos, tan incorporados a su imagen y presencia, que el olor a cigarrillo me remite a él hasta el día de hoy.
El tercer domingo mediante una llamada le dijeron a mi mamá que mi abuelo no se sentía con fuerzas como para ir a la iglesia, y me avisarían para el siguiente, durante toda la semana había estado pensando la mejor forma de preguntarle por su incidente en la guerra, así que fue decepcionante recibir esa noticia, lo bueno es que se recuperó, y el siguiente domingo estaba temprano en su puerta para llevarlo a la iglesia, y no perdería la oportunidad de hacerle esa pregunta.
Lo noté algo pálido, pero no de un modo exagerado, y más delgado, como si no hubiera podido dormir bien, ojeroso…Me volvió a pedir llevarlo por la ruta del parque.
-Abuelo, espero no molestarlo con esto, pero mi papá alguna vez comentó que usted en la guerra recibió un balazo, y sé que el tratamiento que usted inició en la acupuntura tiene algo que ver con eso… ¿Me podría contar qué es lo que le pasó?
-Ah hijito, hace mucho que nadie me pregunta sobre eso caracho, pero no me molesta, lo que me paso en la pierna es eso nada más, un balazo de los Pilas en la rodilla, la situación que llevo eso es lo importante…-. Y empezó a contar:
-Mi escuadra y yo nos encontrábamos en un sector cerca de una laguna, que sabíamos que los pilas la usaban como lugar de paso, y además para ir a recoger agua, y nosotros también, era increíble lo que tardaban en llegar las provisiones a las trincheras, así que habían días, a veces semanas  que no teníamos qué comer o agua para tomar, pero esa laguna salvaba al menos la sed.
Una tarde de esas en las que el calor era insoportable, estábamos haciendo guardia escondidos detrás de una loma natural cubierta de matorrales espinosos, y escuchamos unas voces, que susurraban, él estafeta  de avanzada se levanto para atisbar y vio a una tropa de paraguayos, que hablaban susurrando en guaraní, nosotros entendíamos algunas palabras por la instrucción que nos dieron, así que nos dimos cuenta que se disponían a atacar a la guardia atrincherada más adelante, y era obvio que no nos habían notado, fue cuestión de segundos en los que nos pusimos de acuerdo, y saliendo de ambos lados de la loma, los emboscamos y detuvimos sin necesidad de dar ni un solo tiro, los tomamos como prisioneros de guerra a esos pilas, quince en total, y los llevamos a la trinchera cercana, donde nos instruyeron llevarlos custodiados a la base más cercana.
Gracias a esa acción de guerra a mi me ascendieron, dándome grado de Sargento Primero, que no es un grado alto, pero si más que soldado raso o cabo, y parte de mis responsabilidades eran exigir algunos pertrechos y el rancho para mis soldados, la desidia de los oficiales superiores era increíble y abusiva, llegando a ser más importante que las botas del capitán estén lustradas antes de que los soldados puedan tener algo para comer, esta es la razón de que muchos oficiales fueran eliminados por ´´Fuego Amigo´´…
El oficial Roldan, un Teniente Coronel que nos recibió con los prisioneros en la base me preguntó qué es lo que hacía falta en las trincheras y yo le di el parte, y se me dio la instrucción que vaya donde un capitán encargado de la logística de la base, quien se encargaría de darme lo que había solicitado, y así podríamos regresar a las trincheras de avanzada en la frontera.
Fui dónde este capitán, que apellidaba Cadima, y le di el parte de nuestros requerimientos…Primero que no me escuchaba, actuando como un emperador dueño de las cosas que le pedíamos, y él bien alimentado, con su uniforme sin rastro de haber tenido ni un contacto con los espinos o la tierra, botas lustradas y nuevitas y  además gordo…Un obtuso y abusivo de primera.
Me dijo de muy mala manera que espere a que le dé la gana de atenderme…Y así hicimos durante casi una hora en la que el Capitán no hacía nada, es decir, no estaba ocupado, era como un tendero que no quería vender, es más, se tomo una cerveza delante de nosotros como si tal cosa.
Una cosa es estar en la guerra, que de por sí es una situación insoportable en muchos sentidos, pero había una fuerza que los soldados llamábamos ´´Espíritu de Cuerpo´´ que nos motivaba, y aguantábamos dándonos aliento unos a otros… Pero ese tipo de atropellos eran tan constantes de parte los superiores que iban mas allá de lo tolerable para cualquiera, ya iba atardecer, y regresar de noche hubiera significado un riesgo enorme para mí y para mi escuadra, así que le exigí al capitán Cadima que nos de lo que había requerido, y me respondió diciendo que nada era gratis, que tenía que hacerme querer…
No pude contener mi indignación y lo mande a la mierda.
Se puso colorado de bronca y llamo a la Policía Militar de la base, acusándome de insubordinación, al explicarle los hechos al Teniente Coronel Roldan, este me dio la razón, pero como también era una falta de respeto hacia un superior, me degradaron del rango al que recién me habían ascendido…Luego nos despacharon dándonos solo una parte de los pertrechos solicitados.
EL problema fue que él capitán Cadima no se quedó contento con la sanción, y usando sus influencias entre los de su misma clase y rango, hizo que se me asignara a una escuadra en la que las incursiones y encuentros con los pilas eran constantes, y no pasó mucho tiempo hasta que nos encontramos en una balacera contra ellos, no recuerdo bien todo lo que paso, ¿Es muy confuso sabes? Corres, disparas, no entiendes los gritos de ningún lado, el ruido de los disparos es tan fuerte que anulan tu capacidad de entender cualquier cosa o de pensar, y  las balas que pasan silbando cerca de ti son como caricias de la muerte, que llenan de espuma de hielo tus riñones, además sientes la boca llena de tierra con sabor a pólvora, tan espesa que la puedes masticar, y tu saliva se vuelve barro…Son solo cuadros sueltos en mi memoria, como una película en blanco y negro, recuerdo haber sentido un golpe en la rodilla, pero sin dolor, solo que ya no podía caminar, me caí, y después de cerrar los ojos en aquella polvareda que quemaba y se sentía  crocante en los dientes, quede inconsciente… Desperté cuando ya había solo silencio y era de noche.
Escuche unas voces susurrando en las cercanías y al incorporarme note que eran soldados compatriotas, que habían ido a hacer reconocimiento y estaban revisando si quedaban sobrevivientes, ellos me ayudaron a llegar a las trincheras y recibir tratamiento, tuve la suerte de que no se me infectó la herida en el terreno, cosa que era muy común y te mataba en un par de días debido a la septicemia, además como con todo, tener medicinas para tratar a los heridos no era una prioridad, ni para los oficiales superiores ni para el maldito gobierno…Y como era una herida que me imposibilitaba volver a pelear, me dieron mi baja del servicio y me devolvieron a Cochabamba hijito, donde me hicieron una operación y me pusieron un tornillo, que es lo que me molestaba durante todos estos años,  así que en realidad fue una herida que me saco de esa guerra absurda.
-¡Wow! Que terrible abuelo, pero… ¿Porque escogió hacerse acupuntura en lugar de un doctor normal?
- Nunca me han gustado los matasanos, así que hice la prueba con las agujas chinas, y a un principio funcionaron bien, tienes que tener en cuenta que no sabía que tenía diabetes, así que la culpa fue compartida entre el doctor y yo.
Y bueno, luego de que se me infectara la primera pierna, y tuvieran que quitármela, fue solo cuestión de tiempo a que ocurra con la otra…
Lo lleve a la iglesia en silencio, pensando en lo que significaba haber tenido ese pasado, y volver para recuperarse, formar una familia con diez hijos, haber fundado y mantenido una imprenta con mucho prestigio, y haberse mantenido con su misma esposa durante más de 50 años, en una relación de las que existen cada vez menos, adquirí un nuevo respeto por mi abuelo Hernán, benemérito de la Guerra del Chaco.

Ese domingo fue el último en el que lo empujé en su silla de ruedas, el jueves en la noche sufrió un desmayo al atardecer y aunque se encontraba estable al caer la noche y pudieron recostarlo en su cama, no volvió a despertar.

JAVIER (Vivencia cercana)

Javier cumplía una condena de unos meses preso, por haber cometido algunos robos menores, nada en lo que alguien saliera herido más que en su economía, peleón y pendenciero desde niño, entendía la violencia como un medio más para ganarse un lugar en la vida.
Muy hábil con las manos, hacia tallados en madera con un cuchillo motoso cuya cacha era un palo, agarrándolo por la hoja, usando solo la punta, que afilaba en el piso de cemento o en la pared de piedra, y  en segundos convertía un pedazo de madera en algo muy diferente y útil, mientras hablaba, contando alguna de sus pillerías, sin perder el hilo ni en la historia ni en la talla, tomando el sol de la tarde  en el estrecho patio común de la cárcel de San Antonio.
La que fuera una astilla de madera minutos atrás era ahora el  lado derecho de una cacha de revólver, aún en bruto, pero casi perfecta en su forma, con cortes precisos y hecha sin más medidas que las que Javier parecía tener en sus manos, en una especie de memoria espacial de tacto y movimiento.
-Si se lo hago esto bien al Capitán me ayudara a salir antes-.Decía- girando y sacando trozos de madera con cortes certeros y gráciles.
-Quiero verla a mi Isabel, me está esperando desde antes de que entre aquí, tenemos que casarnos, ya iba a ser, pero me atraparon-.
- Tiene una hijita que es como mi propia hija, tiene tres años, se llama Kimberly, pero yo le digo Kimi, se lo estoy tallando una muñeca para ella, y le voy a comprar un vestido para completar, bonito va a quedar…  Ya falta poco para que salga, luego es conseguir la plata y casarme, ver algún trabajito-.
Soñaba con la pronta salida y empezar la vida que había quedado pausada por el encierro involuntario, no llegaba ni a los treinta años, y ya sus ojos habían visto más dolor que en dos vidas.
Isabel era una mujer simple y lo quería de manera honesta, pero la vida no se detuvo para ella, ya que en sus caminos diarios conoció a alguien mientras Javier estaba encerrado, quizás no mejor que él, para sus modestas posibilidades, pero qué llenaba el vacio que Javier había dejado y por donde ella sentía frio en el alma, y además  llenaba de sonrisas la carita de su pequeña Kimi.
Isabel mantuvo en secreto al otro para que Javier no se metiera en problemas dentro de la cárcel, donde no era ni de cerca una competencia para alguno de los avezados criminales y matones que la super poblaban, prefirió esperar a que salga y darle un adiós en libertad, donde al menos ella no tendría un cargo de conciencia por la relación escondida y por el dolor extra que le produciría por recibir una ruptura estando encerrado.
Pasaron los meses y por fin llego la fecha esperada en la que se abrían las puertas para Javier, quien solo tenía un alguien como destino y como tierra firme en su nuevo camino de vida por recorrer.
Isabel logro evitar verlo algunos días, se mantuvo distante y preparo el terreno para darle el punto final a su maltrecha relación.
Por fin una tarde de domingo  se vieron para  hablar, caminaron juntos, Javier dispuesto a empezar cuanto antes su vida juntos, Isabel con toda otra vida ya iniciada con alguien más, además de su pequeña hija.
Fue muy clara y honesta en lo que sentía, a pesar de haberlo querido como posible compañero de vida, esto ya no era así, y el tendría que buscar otro rumbo.
No lo humilló con palabras que denigren su hombría, ni lo disminuyó de ninguna forma, solo le dijo que la vida que habían planeado juntos no podía ser, tampoco lo insultó con la humillante verdad sobre su otro hombre, solo le aclaró que la vida le había mostrado que estar juntos hubiera sido un gran error.
Javier escuchó en silencio de muerte, cada aguja terminal que salía de la boca de Isabel, se le clavaba destruyendo de manera sistemática cada una de las ilusiones que él había construido en las tardes y noches infinitas en el presidio, y aunque buscaba en el fondo de sus párpados alguna lágrima que inspire compasión, o algún tono de voz que quizás logre quebrar la decisión de esa mujer a la que le había dedicado todo su futuro imaginario, no encontró ninguna, lo único que sintió fue un increíble amargo en la saliva al tragar y respirar antes de decir las últimas palabras que le diría esa tarde.
Con toda la calma y educación que pudo, le pidió ver una vez más a la pequeña Kimi, que él consideraba una hija, y que aunque respetaba la decisión que había tomado, le parecía una injusticia que le prive de esa despedida. Incluso por la pequeña, que de seguro lo extrañaría a él también.
Isabel no vio problema, y le pareció una petición justa, además sabía que era cierto que la pequeña también lo extrañaba, quedaron para encontrarse a los pocos días y se despidieron.
Javier llegó puntual el día acordado, tocó la puerta, e Isabel abrió, lo invitó a pasar, Javier se había arreglado lo mejor posible dentro de sus posibilidades, prestándose una camisa que le quedaba grande, y limpió sus desgastados zapatos lo mejor que pudo usando un poco de aceite de cocina y un estropajo.
Llevaba un paquete envuelto en papel periódico, Isabel lo llevó a la pequeña salita de su casa, en la que Kimi jugaba sentada en el piso sobre una manta puesta a propósito.
-¿Cómo has estado?-. Preguntó Isabel, Javier no quiso mentirle, solo la miró con una mezcla de odio y dolor en los ojos, hundidos y con ojeras muy notorias por los trasnoches anegados en lágrimas y rabia que habían pasado desde el último domingo.
-Hola Kimi, te traje algo-. Saludó a la pequeña alcanzándole el paquete que había llevado, que la niña recibió entusiasta, y lo desenvolvió con prisa, descubriendo una linda muñeca tallada en madera, con un vestido hecho con tela de cortina por él mismo, con las líneas de cortes y costura dudosa de una mano inexperta en esas artes, pero hechas con mucho cariño.
Kimi se sentó de inmediato a jugar con su nueva muñeca, uniéndola al resto de sus juguetes desparramados en el piso.
Isabel agradeció el regalo, y algo en su corazón y conciencia se ablandó, acarició el brazo de Javier, en un gesto que para él se sintió como odiosa condescendencia.
-¿Qué vas  a hacer ahora?-. Pregunto Isabel, refiriéndose al resto de la vida… Javier había estado esperando esa pregunta, no por conocerla tan bien, si no por la respuesta que él había planeado he imaginado una y otra vez en su mente durante todas las noches desde aquella tarde de domingo en la que Isabel lo arrancó de su vida, dejándolo en un vacío sin rumbo.
Se arrodilló junto a la pequeña Kimi, como para unirse a ella en su juego, y apoyo su mano en la nuca de la pequeña en un gesto cariñoso, como acariciando su cabello, alzó la mirada hasta encontrar los ojos de Isabel, y sin parpadear le dijo.
-Me quitaste todo, y yo decidí hacerte lo mismo-. Su mano bajó hasta la parte de atrás del cuello de la niña, y la agarró por delante con la otra, sus dedos fuertes y hábiles de tallador se enlazaron  entre si y empezaron a apretar el cuello frágil de la niña, que apenas pataleo y emitió un ligero quejido ante aquellas tenazas indestructibles que apretaron tan fuerte que solo se detuvieron con el ultimo crujido de sus huesos, cuando Kimi ya no era más que un bulto flácido de carne inerte que Javier soltó y dejo caer en la manta.

Durante los segundos que apretaba la garganta de Kimi, nada conmovió la mirada perdida de Javier, o su semblante frio y con los ojos hundidos y trasnochados, ni los estertores desgarradores de Isabel, ni sus golpes y arañazos de impotencia llorando a gritos a su hija muerta, Javier solo soltó a  la niña y se paró a contemplar lo que acababa de hacer, y se quedó esperando inmóvil  la vida de encierro que habría de reiniciar esa misma tarde y sería la misma durante cada día hasta su muerte, usando la misma camisa prestada de aquella tarde y los mismos zapatos desgastados, tomando el sol vespertino sin más vista que la pared de piedra y el piso de cemento del patio común de la cárcel.

lunes, 8 de junio de 2020

LA TABLA ENCORDADA (Vivencia infantil)


Habían pasado solo unos días de la mudanza a la nueva casa, que estaba lejos de la ciudad, las cajas y los muebles aún no encontraban su rumbo ni su parqueo definitivo, e Ivan se la pasaba conociendo los espacios exteriores, así que estar en la casa ordenando no era ni de manera remota una prioridad.
Tenía 8 años, así que el mundo se reducía a su tiempo de juegos en solitario o con sus hermanos, a comer y a dormir.
Su papá había conseguido un mejor trabajo, en el cual vivían donde trabajaban, y casi siempre estaba ausente en sus ocupaciones, sin embargo esa tarde Ivan entro a la sala en la qué, mientras su mamá preparaba algo para comer en la aún desordenada cocina contigua, este vaciaba una caja de las que estaban en la sala buscando con interés algunas cosas, delante de un flamante equipo de sonido con parlantes negros y botones plomos, que acababa de acomodar en una mesa baja junto a la ventana.
Buscaba sabiendo el objetivo, y lo encontró, de entre una pila de muchos sobres cuadrados y planos, separo uno que además estaba envuelto en papel periódico, y extrajo de este un circulo negro y brillante un poco más grande que una cabeza, era la primera vez que Ivan veía algo así y su papa lo manipulaba con mucho cuidado, así que de seguro era algo importante y valioso.
Puso el disco negro y brillante en una bandeja plana del aparato de sonido, que al mover un pequeño  brazo empezaba a girar, Ivan preguntó a su papá que qué era aquél aparato, y este le respondió que era un tocadiscos. Pero algo pasó, ya que este se detuvo a media respuesta y miró el aparato extrañado al notar que solo giraba y no producía ningún sonido, luego de acomodar unos cables rojos y negros detrás del aparato algunas notas de música empezaron a salir entrecortadas con silencios, como cuando uno arranca un auto parado durante mucho tiempo… El papá acomodó el brazo con una aguja encima del disco y empezó una armonía de bellísimas voces en coro, luego un piano que las acompañaba y hacia aún más hermosa la melodía, Ivan calló y escuchó atrapado para siempre en ese momento y en esa nueva electricidad que acababa de descubrir, que iba haciéndose cada vez más compleja y llena de tonos, de adornos, de ritmo y de voces…Llegando a explotar en una fiesta de música que en sus oídos se volvió todo un mundo de colores y tonalidades para explorar y conocer.
A partir de ese día escuchaba cada día todas las canciones de aquel disco, y aunque ya sabía leer, todos los textos estaban en ingles, así que solo leía las palabras, pero no entendía el significado.
Pero la música empezó a insistirle de otro modo, ya no solo era suficiente con escucharla una y otra vez, era como una semilla que había crecido dentro de sus átomos, y quería salir de algún modo, pero no encontraba cómo.
Aunque su papá tocaba la guitarra, nunca mostró interés en enseñarle algo, y la vieja guitarra que tenia desapareció de la casa y no volvió, así que esta no era una opción, sin embargo habían en la casa varios cancioneros de todo tipo conservados en polvo, y empezó a verlos con la curiosidad que le producía toda esa música metida en sus huesos, que buscaban una vía para salir…
Vio que lo primero que mostraban todos los cancioneros eran unos dibujos de cuadritos a rayas con puntos oscuros, en los que aparecían letras y números, así que leyendo con cuidado entendió de manera clara que se trataban de indicaciones respecto a donde poner los dedos sobre las cuerdas de la guitarra, así que ni corto ni perezoso, procuró de inmediato una tabla de pino del largo de su brazo del taller de carpintería cercano al que acostumbraba  ir para construir su más locos inventos, donde se la regalaron, además se agencio una buena cantidad de clavos doblados y oxidados que tuvo que enderezar uno a uno con una piedra y un martillo,  clavo seis de los clavitos de un lado de la tabla y seis clavitos del otro, y usando hilo de cáñamo encordó cada clavito de arriba con el de abajo de la tabla, haciendo un mástil artesanal de guitarra que le serviría para practicar las pisadas hasta tener un guitarra de verdad en la cual podría hacer música, para completar, dibujó con un marcador unas líneas negras transversales y un circulo negro a modo de agujero de resonancia.
Y así empezó, practicaba las pisadas en el orden que indicaba el viejo cancionero, que tenia canciones de "The Beatles", era obvio que no podía cantarlas pues su guitarra no sonaba, pero aprendió los acordes necesarios para hacerlo en cuanto tuviera una guitarra de verdad.
Una de esas noches mientras practicaba absorto tratando de pisar del modo correcto, su mama abrió la puerta del cuarto para ver cómo estaban él y su hermano, quienes dormían en la misma habitación…Y vio a Iván con su tabla encordada, le pregunto que qué era eso, y él respondió que era su guitarra…-No sabía que te interesaba eso hijito-. Le dijo sonriendo, y este le explicó a su mamá lo que hacia con el cancionero y la tabla de cuerdas.
La amorosa mamá se despidió dando las buenas noches y parecía que eso quedaría ahí, pero a los pocos días entro a la casa cargando en el hombro un estuche largo y gordo de un lado, y se lo entrego a Ivan, era una guitarra que pudo prestarse de uno de sus tíos, era de madera café y muy liviana, con las cuerdas tan separadas del mástil que pisarlas con sus dedos de niño eran una verdadera tortura, sin embargo la música interior del niño era mucho más insistente que el dolor y llevaba años queriendo salir de él, entonces puso empeño y al poco tiempo los acordes practicados en una tabla de madera con hilos de cáñamo mudos, cantaban en la guitarra que aunque no valía nada en términos monetarios, fue un milagro maternal y era lo más valioso para el travieso niño.
Además su diligente mamá averiguó y consiguió unos cursos en los que un prestigioso maestro enseñaría en el lugar, cobrando nada más que con el entusiasmo de los aprendices y con la condición de cumplir con las prácticas,  a los que Ivan asistió sin falta durante los pocos meses que duraron, culminando en un pequeño concierto de toda la clase  de guitarristas nóveles para la institución, en la que Ivan tuvo la parte principal de la pieza a interpretarse.
Habían pasado 4 años desde la primera canción escuchada aquella tarde en la sala con su papá,  que le abrió el amor por la música y le sembró el rock en su vida para siempre, la colección de casetes personal que había ido adquiriendo con sus recreos ahorrados con mucho sacrifico era de envidiarse, pero estos no tenían ese sonido cálido y profundo del tocadiscos, así que fué a revisar en la colección de su papá y encontró el disco que lo inició todo, y como ya sabía leer y entendía mucho mejor el inglés, la portada era blanca y con una dona central de colores, a modo de escudo, del que emergían un par de leones, un cisne y un par de hadas, la leyenda decía "Queen, A Night at the Opera" y la canción era la número 11 de aquél antiguo LP: "Bohemian Rhapsody"

LA ÚLTIMA CONVERSACIÓN (Vivencia infantil)


-Te pareces al actor de la novela brasilera, esa que da en la tv, ¿Has visto?-. Me decía mirándome con una sonrisa y sus ojitos brillantes de ancianita recién nacida, sentada en su mecedora de toda la vida, con su manos menudas, inquietas y arrugadas, apoyadas en la manta tejida que abrigaba su falda, que al tacto se sentían suaves como el papel y tibias.
- No abuelita, no la he visto, pero gracias, debe ser muy guapo ese actor-. Le decía en tono de broma, pero los pocos segundos que tardaba en pronunciar la oración, sus ojos se perdían otra vez, y no volvían más que en contadas y cada vez más distantes oportunidades.
-¿Estás bien abuelita?-. Le preguntaba por su comodidad, pero ella ya no estaba ahí, su mente se perdía en destinos azarosos contra los cuales luchaba desde años atrás, y no era para menos, a solo una pedrada de distancia retrocediendo en el tiempo era una mujer que parecía no tener descanso nunca, menuda e inquieta, con un mandil atado a la cintura siempre, no dejaba mueble, adorno o nieto sin su limpieza y pulido correspondiente, desde su cocina, que parecía ser el centro del universo familiar, donde ella era la reina absoluta, y desde la cual ordenaba y  hacía y deshacía el mundo, pelando y cortando unas papas con un pequeño cuchillo en las manos mientras un aura de vapores de cocción la envolvía a ella y a las hijas que ayudaban con las labores.
Reina de su casa y de su numerosa familia, desde su bautizo, abuelita Regina para todos, Abue Regis para los muchos nietos en jerga familiar de cariño.
Los infinitos y hermosos hilos ondulados que cubrían su cabeza eran como un trenzado de olas de plata, tan finos y suaves al tacto que parecían inmateriales, sus gruesos lentes de lectura que ya parecían parte del rostro y su sonrisa tierna para con sus hijos y nietos que, para ella, eran un motivo de alegría siempre.
Nunca respondía la pregunta, solo miraba como una bebe a la que se le habla y entiende, pero no es capaz de responder, no encuentra las palabras, o solo no las sabe…Ella las sabia, pero se le escapaban y le jugaban bromas, y decía algo que no era, también confundía caras e historias, que sus hijos y nietos tenían que descifrar como si fuera un código secreto para entenderla y darle lo que le hacía falta, o solo para seguirle las charlas, que necesitaba tener, y que le dolía no poder hacerlas, tenía conciencia de lo que le pasaba y sus silencios confundidos no podían callar las elocuentes expresiones de su rostro, las lagrimas que derramo muchas veces por la impotencia de no poder hacerse entender, también fueron distanciándose cada vez más.
Una de las fechas importantes en mi niñez eran mis cumpleaños, y eran aún más especiales por que recibía de ella mi postre favorito de aquel entonces, sus deliciosas manzanas rellenas al horno, aquellas frutas verdes y acarameladas por el azúcar derretido en su interior y ablandadas por el calor, son de los insistentes sabores y nostalgias de mi niñez que no volví a probar nunca más, por no venir de sus manos.
Cuando iba a decir algo buscaba la mirada del que esté presente, y con mucho esfuerzo armaba una o dos oraciones, con su boquita sin dientes, luchaba por decir algo coherente, y al no lograrlo se callaba otra vez…Pero habían ocasiones, en las que por estar rodeada de sus hijos y nietos, lograba tener lucidez por un periodo más largo, y disfrutaba de esos espacios como un regalo efímero, riendo y rematando alguna broma.
Siempre me pudo la curiosidad, y una de esas pocas ocasiones en las que pude notar  mayor claridad en sus ideas, me atreví  a preguntar qué es lo que sentía en su cabecita.
-¿Estoy mal no papito? Ya no sé escribir… ¿Estoy mal…? Te pareces a ese actor brasilero-.
Me dijo bajando la mirada como buscando algo en el suelo, pero en realidad era una búsqueda en su interior, tratando de enlazar sus ideas tanto en texto hablado como en el tiempo, y se esforzaba de verdad…Parecía un esfuerzo físico.
-Tijeras, cuando córtan el periódico ¿Has visto? O la Biblia…-. Sus palabras parecían no tener sentido en el momento –Tijeras, las que cortan mal…Esas fotos del cajón-.
Luego hizo silencio y sus ojitos se perdieron en el vacio otra vez, en el momento no tenía ningún sentido lo que me había dicho, excepto la parte de las fotos del cajón, en la familia habían un montón de fotografías que eran guardadas sin ningún orden en uno de los cajones de un mueble de la sala, y hacia mucho que nadie las había sacado para nada.
Fui a revisar aquel cajón y entre las primeras fotos que estaban encima de la pila, habían algunas que habían sido cortadas, pero sin ningún sentido, por las esquinas, en curva, cercenando muchas veces la imagen de alguno de los protagonistas de la foto, alguna tía, primo o prima o nieto, haciendo que algunos queden irreconocibles, a no ser que se tenga la parte que había sido cortada.
Averiguando supe que la poda fotográfica había sido perpetrada por uno de los traviesos nietos de la familia, que aprovechando un descuido encontró en el cajón un sinfín de imágenes de colores que requerían su toque de maestro peluquero.
Pero entonces entendí lo que quiso decirme mi abuelita con esa última conversación, el mal mental que tenia y contra el que peleaba sin pausa, era como una tijera, que iba cortando sin ningún orden las palabras de las páginas de su vida, dejando trozos incompletos, también iba cortando rostros de las fotografías en sus recuerdos, y nunca más los volvía a armar, dejaba sus muchas historias y su mente cercenada y sin ningún sentido ni para ella ni para nadie, un cuaderno de travesuras infantil, garabatos multicolores que no llevan a ningún lugar, ni narran ninguna historia, una biblia escrita en un lenguaje desconocido y en trozos.
Después de darme esa respuesta, volvió a perderse en el mar infinito y desconocido de su cansada mente, y aquella tarde no volvió a hablar más.
A los pocos días alguien llamó a casa y pude escuchar cómo en la llamada atendida por uno de mis hermanos, le decían que la abuelita se había dormido la noche anterior y que no había despertado en la mañana, ni lo haría nunca más.

lunes, 1 de junio de 2020

LOS PINTORES (Vivencia infantil)

¿Quizás un poco más de negro por aquí, tú crees? Le preguntó Ivan a Alvaro, quien respondió que le parecía muy bien, ambos arrodillados en el piso con sus jardineras de jean azul, manchas de pintura negra en la cara, en la ropa y en las manos, y continuaron su auto impuesto trabajo de pintores.
Más temprano ese día habían estado jugando en el patio, como lo hacían cada tarde, e Ivan descubrió entre los cachivaches acomodados en un rincón del jardín, un pedazo de soga plástica azul, muy gruesa, casi del grosor de sus brazos, el pedazo de soga media un medio metro, y tenía un nudo apretado en medio,  no habían rastro del origen de aquel retazo trenzado, ni su uso, sin embargo la prolífica imaginación del niño vio de inmediato algunas posibilidades divertidas.
La soga estaba algo deshilada en ambas puntas, así que Ivan vio en ella unas sendas brochas de pintor, procurándose con mucho sigilo un cuchillo de la cocina, partió la soga en dos, he hizo dos brochas, una para él y otra para Álvaro, ayudándolo a deshilar un poco la punta para que sea un poco mejor, ambos empezaron a buscar un lienzo para empezar su trabajo, y aunque a un principio no tenían más que su imaginación, cambiaron de color toda la pared del jardín.
Sin embargo Ivan recordó que uno de los amigos de la familia había estado trabajando con pinturas los días pasados, y que seguro alguna lata habría quedado descuidada por ahí, o guardada en algún lugar de la casa, así que empezó la pesquisa, que no tardo en dar resultados, muy cerca de la casa del perro recién pintada, habían varias latas de pintura, casi todas vacías y secas, pero tuvieron la suerte de encontrar una cerrada que tenia sonido liquido adentro.
Con mucho esfuerzo y la ayuda de unos clavos y un destornillador, lograron abrir la lata, que tenía más o menos una mitad llena de brillante pintura negra, con ese olor oleoso y agradable.
Decidieron que pintarían la moto Vespa de su papa, hacia un tiempo que la motito había estado juntando polvo en un rincón del jardín, y su color verde agua hacia mucho que necesitaba un retoque, pues estaba opaco y lleno de grietas.
Además pensaron que su papá quedaría encantado con la motito recién pintada y flamante…Se pusieron manos a la obra.
Notaron que no era nada fácil usar pintura de verdad con sus brochas plásticas de soga, la pintura apenas se untaba, y al pasarla por los carenados de la moto, resbalaba por el polvo acumulado encima, haciendo muy dificultoso el trabajo, que fueron solucionado primero limpiando con sus manos la superficie polvorienta, y luego pintando…Sin embargo tampoco lograban un color solido, la brocha dejaba muchas rayas negras, pero no cubría el verde agua original, no importaba cuantas manos le den a su lienzo, no lograban cubrir más que pequeños pedazos, a modo de lunares borroneados en los guardafangos y laterales de aquella pequeña maquina italiana.
El proceso los cubría de pintura más a ellos que a la moto, en cada inmersión de las brochas manchaban todo a la redonda, el piso, sus pantalones, sus zapatos, sus manos que muchas veces quedaron sumergidas en la pintura junto con la brocha, sus caras y sus cabellos.
Estaban muy absortos en su laborioso trabajo cuando fueron descubiertos por su mamá, quien sospechó por el prolongado silencio que algo no andaba bien con los pequeños rapaces, en la casa un silencio prolongado solo podía significar una travesura épica, y así lo fue, tanto que solo fue opacada por la tremenda azotaina que recibieron los diligentes pintores por su bien intencionada obra de arte pictórico, después de haber sido zambullidos  y refregados a conciencia en agua jabonosa hasta tener de nuevo su color nativo.

Al poco tiempo el papa vendió la pequeña y atigrada Vespa, y de manera paulatina se fue perdiendo en la memorabilia familiar, lo que jamas olvidaron los pequeños Picasso, fue la histórica paliza.

DOÑA JULIA (Vivencia cercana)

  Doña Julia llevaba más de siete décadas vividas en esta tierra y en esta vida, llevaba también cinco hijos, y más de una docena de nietos,...