Aquella tarde había sido agotadora, pero muy divertida, Sabine la paso jugando sin un minuto de tregua desde que su
mamá le dio permiso después de comer.
A pesar de estar cansada, se detuvo un momento a hacer un
recuento de sus juegos, pues había hecho de todo, y quiso enlistarlo: construyo
dos rascacielos, uno azul y otro colorado,
una casa para el perrito , que incluía garaje, hizo una cirugía de
urgencia y rescato de la muerte a su muñeca favorita reimplantándole la nariz, cocinó una cena para una banda de siete
grillos que la visitaban por las tardes, y afinó sus instrumentos musicales para
que durante la noche salieran a cantarle al sereno en el tono debido, decidió
que aun no era tiempo de detenerse ni descansar, eso era cosa de grandes...Pero
tomó una pequeña pausa arrodillada en el piso de madera.
La luz del atardecer hacia un esfuerzo por lograr entrar en
la casa a través de las gruesas cortinas de la abuelita, y el ambiente
taciturno de la sala donde Sabine se encontraba no le permitían imaginar cómo
continuaría su tarde de juegos, su cuidadosa mamá fue a ver por un instante que ella esté
bien, y al hacerlo, abrió un poco la cortina para que entre más luz, un rayo de
sol dorado del atardecer se apresuró a caer con fuerza delante de Sabine quien vio
unos pequeñísimos puntos luminosos y
juguetones que lo atravesaban, llenando el rayo de luz de línea a línea, como
si supieran sus límites antes de caer en la sombra, e iban nadando en la luz,
bailaban, subían y bajaban, caían y se elevaban con mucha lentitud…Sabine quedo
atónita y encantada contemplando aquel polvo de oro que veía por primera vez.
Estiro la mano queriendo atrapar uno de aquellos granitos
luminosos para verlo de cerca, pero no lo logro, pues se escapaban veloces con
la cercanía de sus manitos, quiso preguntarle a su mamá qué eran, pero prefirió
investigar un poco más…y pensaba y pensaba… Hasta que le llego su respuesta: ¡Era
harina de luz!
Ella había visto como
su mamá y su abuelita juntaban un polvo blanco llamado harina con leche y huevos, la amasaban, la dividían
en pequeñas pelotas que luego aplanaban y después de meterlas al horno caliente
sacaban unos deliciosos panes para desayunar, entonces pensó que aquellos
puntitos bailarines y esquivos no podían ser otra cosa que harina de luz…Y
pensó que si juntaba los suficientes, podría ella amasar y tener su propio sol.
Para Sabine las ideas eran acción, así que se puso manos a
la obra; primero pensó que, una vez atrapados, tendría que juntarlos en un
recipiente que los mantenga sanos, juntos y sin poder escapar, hasta que pueda reunir los suficientes y darles
forma amasándolos, pensó y pensó y se acordó de una pequeña linterna que tenia
para jugar al doctor, supuso que si la linterna daba luz, la luz podría
guardarse en ella, así que la buscó en su cajón de juguetes y al encontrarla la
destapo por detrás, quito las pilas y vio
que el tamaño del contenedor era suficiente, se alisto para atrapar harina de
luz.
Fue a la sala donde estaban entrando los rayos del sol por
la ventana y vio que estaban llenos de aquellos granitos escurridizos, entonces
empezó la cacería… intentaba agarrarlos a toda velocidad, pero sus aleteos solo
hacían que los puntitos escaparan con más rapidez, luego intentaba con mucha
paciencia y tranquilidad, y se dio cuenta de que eran tan pequeñitos que una vez
atrapados, era imposible verlos, pero ella que es muy paciente e incansable, atraparía todos los que fueran necesarios para
amasar su propio sol.
Juntaba unos cuantos
y los iba echando en el contenedor de las baterías de la linterna, muchas
veces, siempre esperando ver el contenedor lleno después de tantos aleteos y granitos atrapados, pero no ocurría ni
veía nada, sin que eso importe, ella seguía
con mucha paciencia atrapando granitos de sol y metiéndolos en la linterna y
así… Hasta que la noche le gano al día y los granos de oro flotantes
desaparecieron.
Sabine se entristeció un poco al ver que no había juntado
harina suficiente, pero se fue a dormir con la determinación de hacerlo al día
siguiente con más cuidado y hasta terminar.
Despertó temprano de mañana, y vio como la luz de su cuarto
venia cargada de granitos luminosos, y reinicio la tarea de juntarlos…Tuvo
algunas dudas respecto al proceso que seguiría después, así que le pregunto a
su mamá como era el sol. Su mamá le respondió que era muy muy grande y muy
muy caliente y que gracias a él nosotros
en la tierra no pasábamos frio, entonces Sabine se entusiasmo mucho más, pues
podría tener su propio calorcito siempre, le pregunto a su madre de que estaba
hecho, y ella le dijo que de fuego…Esto preocupo un poco a Sabine, quien ya
sabía que el fuego puede causar dolor y destruir, pero no detuvo su tarea de
juntar harina de luz en su linterna, decidió que el mejor lugar para guardarlo
mientras juntaba la cantidad necesaria era el refrigerador, pues así los
granitos de fuego se mantendrían frescos y
no podrían causar daño, además ella sabía que una vez cerradas las
puertas de éste, la oscuridad dentro era terrible, y le causaban mucha lástima
los tomates durmiendo en un ambiente tan oscuro, ella los ayudaría con su
harina de luz.
Paso otro día juntado y juntado granitos de luz para hacer
su propio sol, se iba a la cama más temprano de lo normal para que la noche
pasara mas rápido y ni en sueños podía esperar a que amaneciera para continuar
su colecta de luz, pero se entristecía un poco cada final del día al ver que
mientras más granitos de harina de luz juntaba, menos llena parecía la
linterna, pero no dejo que esto la detuviera ni la molestara, pasaba sus horas
mejores bailando al ritmo de aquellos rayos de sol cargados de granitos de luz,
escurridizos y fugitivos, y los que
atrapaba los guardaba en su linterna.
A los seis días se le ocurrió que tendría que haber una
forma de atraparlos mas rápido, y pensó en los peces, ella sabía que se podían
atrapar uno a uno con un hilo y un anzuelo, y también sabia que podían
atraparse muchos con una red, pero no tenía idea de cómo hacer una red para
atrapar harina de luz, así que recurrió de nuevo a su mamá, y le pregunto cómo
se atrapa luz.
Su mamá le respondió: -De varias formas hijita, puedes poner
una ventana donde quieras que haya luz, y esta entrara, también puedes poner un
tragaluz- pero esto le sonó a Sabine muy cruel - Y también puedes poner cosas
que reflejen la luz para que esta llegue a donde no puede llegar, por ejemplo
los espejos…
Esa era la respuesta que Sabine buscaba: ¡Un espejo! Ella
sabía que su mamá tenía un espejo grande que usaba para arreglarse, y también
había visto unos pequeños que guardaba en su cartera, que usaba para darse color a los ojos cuando
la llevaba a la escuela…así que le pidió uno de regalo para continuar la
colecta de granos de fuego, ahora como si fuera con una red para peces.
Ya con el pequeño espejo redondo en la mano, Sabine lo
sumergía en los rayos de luz para atrapar los esquivos granitos, y luego pasaba
raspando la superficie reflectante para meterlos en la linterna, pensaba que podría
atrapar muchos y tan pronto que su sol estaría listo en poco tiempo.
Grande fue su sorpresa al final del día al ver que el
contenedor de la linterna aun se veía vacio, pero de todos modos fue a poner su
arduo trabajo del día en el refrigerador.
Al día siguiente, después de haber pasado el día entero
cazando harina de luz, cayó muy cansada en el mismo lugar donde había visto los
puntitos por primera vez, pensando que nunca lograría juntar la cantidad de
granitos necesaria para hacerse un sol,
y dejo por un instante su pequeño espejo apoyado en el piso, lanzo un
suspiro de cansancio que llevaba también
algo de tristeza, alzo los ojos hacia la ventana con las cortinas y algo llamo
su atención, en el techo de yeso, casi justo encima de ella, y justo encima del
espejito, había un pequeño sol, mirándola desde arriba.
Sabine quedo encantada mirando como hipnotizada a ese
pequeño sol que había aparecido sin que ella lo amase ni lo horneé, y empezó a
preguntarse cómo es que eso había ocurrido, supuso que en el refrigerador los
granitos se juntaban cada noche a pensar como escapar y que habían hallado la
forma de hacerlo, aprovechando alguna de las veces que su tío iba en medio de
la noche a sacar algo para comer, y lo hicieron avanzando con sigilo y lentitud
primero por las paredes del refrigerador, luego por las paredes de la cocina
hacia el techo y luego hacia la sala para encontrar la ventana.
El plan les fallo ya que en su huida fueron descubiertos por
ella, quien no permitiría que escapen, había
trabajado varios días y muy duro para juntarlos, así que alzo con mucho cuidado
el espejo del piso para atraparlos, apenas toco el espejito y el solcito se movió,
ella se quedo quieta vigilando que no escape y el solcito se detuvo, volvió a
mover el espejo y ¡El solcito se volvió
a mover! Entonces Sabine lo descubrió, todos los granitos que había atrapado
con su espejo no entraron nunca en la linterna sino que quedaron atrapados en
la magia de su espejo y habían creado juntos un pequeño sol, y no escaparía del
espejo pues no podían… Sabine se alegro muchísimo, pues había previsto que
para terminar su pequeño sol tendría que
amasarlo y hornearlo como el pan de su abuelita, y no le permitían acercarse ni
tocar el horno.
Desde ese día Sabine lleva su pequeño sol a todas partes, pone su espejito donde quiere
y lo mueve hasta encontrar el punto exacto, en la pared o en el techo, para que
este aparezca y le dé su luz, conversa
con él, le muestra sus trabajos y dibujos, le cuenta los juegos del día, a cambio este le da calor y luz, y de vez en
cuando una sonrisa tímida en la pared.
Al caer la noche cuando ambos ya están muy cansados, cada día
sin falta, Sabine lleva su sol al
refrigerador, donde aun lo guarda, para hacer compañía y que no le teman a la
profunda oscuridad del refrigerador, sus amigos los tomates.