sábado, 23 de mayo de 2020

LLUVIA DE ESTRELLAS (Vivencia infantil)

Era muy frecuente que Ivan no pueda dormir, se pasaba muchas horas en las que debería estar descansando en los placeres oníricos soñando despierto, imaginando mundos fantásticos, futuros posibles, y otros no tanto, imaginado personalidades distintas, y también repasando las aventuras del día.
Sus hermanos dormían en el mismo cuarto pequeño, y ellos nunca dieron muestras de tener problemas para conciliar el sueño, a Ivan le costaba al menos un par de horas cada noche, tampoco sus papas, que dormían en el cuarto de lado, tenían ese problema.
Aunque para él había cierta normalidad en sus trasnoches, a veces el espacio de la cama restringía su paz y encerraba su mente…
Una de esas noches, en las que se encontraba más inquieto de lo normal y la mente no le alcanzaba para viajar hasta quedar dormido, decidió arriesgarse un poco y salir al patio, además que allí contaría con la compañía de su amado perrito, Snoopy, un pequeño mañazo adoptado, ya entrado en años, que fue así bautizado por tener los mismos colores del dibujo animado.
Bajó la escalera de la litera en la que dormía con mucho cuidado de no despertar a su hermano Álvaro, quien dormía debajo,  y pudo salir del cuarto y llegar a la sala sin problema, la parte riesgosa era abrir la puerta que daba al patio, ya que era una puerta ruidosa, y siempre era cerrada  por dentro con dos chapas.
Haciendo uso de todo el cuidado que pudo, logro abrir las chapas sin mayores sonidos, solo quedaba quitar el picaporte y abrir la puerta, que se movió con un lento chirrido en tono bajo, pero se abrió, dando paso libre al patio, sin embargo Ivan se mantuvo inmóvil unos minutos hasta estar seguro de no haber despertado a nadie.
La entrada de la casa tenía tres escalones que subían a la puerta principal, y eran un lugar cómodo para sentarse, desde las cuales podía verse casi sin ninguna interrupción hacia el horizonte, ya que por aquellas épocas, y por lo alejado de la ubicación de la casa era como estar en medio de la nada.
Dos postes de luz de la calle que apenas parecían velas, llenaban de sombras los espacios visibles, era una noche muy hermosa, con un cielo estrellado y con la temperatura fresca, pero de manera agradable.
El fiel y cariñoso Snoopy no tardo en notar la presencia de Ivan sentado en las gradas, y se acercó emocionado a recibir sus caricias detrás de las orejas y a saludar con sus cariñosas lamidas,
El saludo del amigo canino fue interrumpido de repente por una luz fuertísima, como la luz de un relámpago, pero sin trueno, que alumbro todo de repente, casi como si fuera de día, pero perdiendo su intensidad de manera muy lenta…
Ambos, niño y perro, quedaron en silencio y asustados por aquel destello luminoso que parecía no tener origen, sin embargo al ir bajando el resplandor, quedaba una línea de luz en el cielo, atravesándolo y dividiéndolo a la perfección en dos mitades, justo por encima de Ivan, como si el cielo encima de su cabeza fuera el punto de partida, y la colina del horizonte frente a él, el destino final.
La línea de luz que rayaba el cielo llegaba hasta el contorno del horizonte, y justo antes de perderse hacia como un garabato de luz…A los ojos de niño era una maravilla a la vez fascinante y pavorosa, pues las posibilidades eran muchas, solo que antes de salir con cualquier explicación o animarse a pararse y escapar, otro destello luminoso igual al anterior sorprendió a sus ojos, y detuvo sus pensamientos, siguiendo el mismo curso que el primero y dibujando otra línea paralela en el cielo, aquellas luces vivas eran lo mas sorprendente que Ivan había visto en los nueve años que tenía en esta tierra.
El lento desvanecer de la luz empezaba de donde habían aparecido, y de verdad era muy lento, la cola de aquellas serpientes luminosas iba adelgazando en brillo y en intensidad  poco a poco hasta desaparecer, sin embargo se quedaban más tiempo en el horizonte, formando lo que parecían ser arboles gigantes de luz, muy rectos, y coronados con el garabato brillante y la aguja luminosa que se iba desvaneciendo… A los segundos apareció otro, y luego otro más, Ivan llego a contar dieciséis  de esas maravillas luminosas, y luego perdió la cuenta.
Quizás todo había ocurrido en pocos minutos, sin embargo fueron eternos y hermosos para su fascinación de niño, quien después del rayo dieciséis  solo se dedicó a admirar aquel espectáculo cósmico, después del último trazo esperó al menos media hora más por si aparecía otro,  casi sin parpadear mirando al cielo en el cual las estrellas ya solo parecían un mero decorado, como un techo de casa antigua, sin ninguna vida.
Pero las luces no volvieron a aparecer.
Habiéndose despedido de Snoopy, entró a la casa para dormir, tomando todos los cuidados necesarios para no despertar a nadie, y ya en su cama, la emoción y las interrogantes sobre aquellos trazos de luz en el cielo lo tuvieron en vilo hasta que no pudo con el sueño y se durmió.
Ivan no era de compartir ese tipo de cosas con sus hermanos, ni con sus papas, y lo único que ellos notaron es que estaba más pensativo de lo normal, algo que tampoco era raro.
Las  noches  siguientes Ivan volvió a salir, esperando a que todos se queden dormidos, y teniendo el mismo cuidado en todo el proceso, esperaba  mirando el cielo durante un par de horas, lograba ver una que otra estrella fugaz, a veces estrellas más luminosas que parecían moverse, la hermosa luna y su dibujo que iba cambiando con los días, o los días malos en los que una capa de nubes no permitía ver el cielo más que a ventanazos muy cortos, los dedicaba a acompañar a su fiel y querido Snoopy… Pero el espectáculo de luces  no volvió a ocurrir.
Muchos años después, viendo un documental sobre fenómenos astronómicos, Ivan volvió a ver aquellas luces, esta vez en la pantalla del televisor, y por fín tuvo una explicación a todas sus preguntas de niño, quien en cierto momento llego a pensar que se había imaginado toda aquella experiencia, y que el recuerdo vivido habia sido solo un sueño. Lo que Ivan vio en palco privilegiado y como si el universo lo hubiera hecho solo para él, fué una Lluvia de Estrellas.
Nunca volvió a ver algo de aquella magnitud e intensidad, pero el insomnio tampoco lo dejó jamás, y como una especie de mézcla entre lección de vida y resignación, Ivan aprendió a amar la noche, a disfrutar su silencio y soledad, y a esperar siempre los regalos cósmicos que ella nos da.

TRES MINUTOS (Cuento Volatil)


Diego se sorprendió al encontrar parquéo justo en frente de la galería comercial, acomodó el auto con cuidado en la calle estrecha, justo delante de una petita roja.
Al girar de manera automática la llave en el contacto, el silencio repentino del interior del coche levantó su estado de alarma, como si se encontrara frente a faroles de vigilancia hostiles…Respiró profundo para calmarse, el pequeño pino oloroso colgado del retrovisor, donde también tenía un rosario y un llavero de Homero Simpson, terminaron su péndulo con cadencia.
Diego miró como si se tratáse de un ser vivo a la mochila que tenía apoyada en el asiento del acompañante, la acomodó con cuidado, dio un vistazo a la entrada de la galería, con algunas personas entrando, otras saliendo, nada inusual para la hora.
Reviso sus bolsillos y extrajo un pequeño escapulario en forma de corazón, y lo abrió, adentro un par de fotos de niños, la suya propia, con un corte hongo y un cerquillo vergonzoso que seguía siendo la burla y el encanto a los ojos de su madre, y la de una niña de ojos enormes quien luego fuera dueña de su corazón, de sus llantos y  de sus actos, desde que descubrieron juntos el amor que existe mas allá de la inocencia infantil: Natalia.
Besó con reverencia y amor la foto de la niña, murmurando casi en un suspiro -Por ti beba...-.
 Cerró el escapulario y lo guardó, agarró la mochila que llevaba, levantándola con mucho cuidado.
Bajó del carro y cerró la puerta, teniendo el cuidado de no cerrarla con seguro, ya que no quería tardarse al abrirla en él qué había previsto, sería un  apresurado retorno.
Se puso la mochila al hombro y caminó con tranquilidad, entrando a la galería con firmeza, como un cliente curioso más, y caminó un momento de manera pausada curioseando prendas en maniquíes, fingiendo interés por uno u otro modelo. Pero mirando y acercándose a su objetivo en su recorrido, una banca de descanso justo al frente de la tienda de artesanías.
Se sentó en la banca y esperó a no tener a nadie cerca, y menos al guardia de seguridad que hacia sus paseos despreocupado por el otro lado de la larga galería, muy cerca de la entrada.
Tomó asiento en la banca, apoyando la mochila a su lado, respiró un par de segundos, hizo como que ataba las agujetas de sus zapatillas, miró a ver por dónde andaba el guardia, y al verlo del otro lado de la galería, puso la mochila en su regazo, la abrió con cuidado, varios cables unidos al mecanismo de un reloj digital, dos botellas de gaseosa llenas de una substancia gris, todo unido con cinta aislante, se sintió orgulloso de su artesanía, y también sorprendido de todo lo que puede encontrarse en internet, cuando uno busca con más intensión que la de entregar un trabajo de la universidad.
El cabron ex jefe de Natalia, dueño de la tienda de artesanía, lo había visto solo una vez hace tiempo, así que no había riesgo de que lo vea y salga a saludarlo, o siquiera de que lo reconozca, ese malnacido nunca miraba a los ojos.
Natalia tardo mucho en decirle lo que ocurría, como  usaba las excusas más ridículas para tocarla, o abrazarla, como intentaba robarle besos en cada saludo, como se había dado cuenta de las miradas cargadas de lujuria sin disimulo, mientras ella estaba distraída haciendo alguna de sus obligaciones de encargada de tienda, las veces que recibía mensajes pidiéndole verse en su casa, sin ninguna razón más que "Emergencia laboral" y como ella tuvo que tolerar todo eso por necesidad.
Pues no más, la propia artesanía que él había hecho con tanto cuidado serviría de manifiesto personal, su propia forma de decirle que con Natalia no se metía nadie.
Programó el reloj conectado al dispositivo, pensó que tres minutos serian suficientes para abandonar la galería, subirse a su carro y desaparecer en el anonimato, luego disfrutar viendo en tv como recogían los restos de la tienda con pala, y quizás a ese gordo bastardo envuelto en una bolsa.
Los números empezaron su conteo regresivo, Diego cerró la mochila y con mucho cuidado la deslizó debajo de la banca, de modo que era muy difícil verla a no ser que se buscara a propósito.
Se levantó y salió caminando de la galería, sus latidos golpeaban con tanta presión sus venas y arterias que podía sentirlos en todo su cuerpo, como una marcha triunfal, como un himno de rock clásico que iniciaba su cadencia, apenas noto los dos escalones, la acera y la pequeña calle que había que cruzar para llegar a su auto, tampoco respondió a la despedida del guardia, que le dijo un -Hasta luego señor-. en tono automático.
Se subió a su auto y el mundo pareció detenerse, no lo había notado antes pero estaba empapado de sudor, intento calmarse para girar la llave en el contacto y arrancar... La mirada se le puso un poco borrosa…Respiró profundo y bajo la ventanilla para que entre aire fresco.
Logró arrancar el auto y miró por el espejo lateral para partir, y a través de este pudo ver la entrada a la galería, y algunas personas entrando, entre ellas la visión que convirtió su sangre y sudor en hielo de manera instantánea…Natalia.
Giró rápido la cabeza para cerciorarse de que fuera ella, y no quedaba duda, esta se perdió en el umbral de la entrada entre las otras personas y los maniquíes.
Ella había conseguido otro trabajo hace unos días, y lo último que lé contó a Diego respecto a su cargo de encargada de la tienda de artesanías, fue que su jefe aún le adeudaba el pago de dos semanas.
Ponerse a pensar en razones era algo para lo que Diego no tenía tiempo alguno, bajó del carro y camino lo más rápido que pudo hacia la entrada de la galería, con las piernas respondiéndole con incertidumbre, por la mezcla entre terror y adrenalina, no quería correr ni hacer nada que levante sospechas en el guardia o en los clientes.
Entró a la galería y era obvio que Natalia se había dirigido a la tienda de artesanías, llegó a la entrada de esta y viendo a través de los cristales se consternó al ver que no estaba allí, sus latidos se detuvieron, y el sudor frio le erizó la piel, empezó a buscar en las tiendas que se encontraban a lado, y al frente, entre las personas que caminaban, entre las que se encontraban sentadas en las otras bancas y nada… ¿Cómo pudo ser? Se preguntaba si había visto mal debido a los nervios de la fuga.
No había revisado cuanto tiempo le quedaba, así que decidió que la mejor opción era desactivar el reloj detonador de su dispositivo.
Vio que en la banca donde se encontraba la mochila, había sentada una pareja, y para peor, el guardia de seguridad se encaminaba hacia él desde la entrada, sin una intención evidente, pero caminaba hacia él, así que no podía hacer nada que no hiciera un cliente normal sin que este lo notara, cada segundo parecía una eternidad, pero el tiempo no se detenía, y el miedo empezó a nublarle la razón, quedaba la opción de salir corriendo, y que pase lo que pase, pero ¿Y Natalia? Estaba seguro de que la había visto entrar.
Decidió que sacaría la mochila y la apagaría, sin importar lo que ocurra después, ni las consecuencias,  se agachó a toda prisa asustando a la pareja que se encontraba en la banca, y sacó con cuidado su preciada y peligrosa creación.
Por los nervios abrió mal la mochila, el sudor frio y su estado mental no eran para nada calmados, y detener el reloj requería de una serie de pasos precisos para que no falle, estos decidieron ausentarse de su mente, que quedó en gris, a sus manos también se les fue cualquier tipo de control que tuvieran, quedando agarrotadas, como las patas de un ave que acababa de morir.
Casi llorando alzó la vista con la intensión de respirar y aclarar por unos segundos sus acciones y poder desactivar la tragedia que se avecinaba, al hacerlo miró casi por reflejo hacia la entrada de la galería, y pudo ver con toda claridad el perfil de Natalia, saliendo de esta, y perdiéndose en el lateral de la acera, perdiéndose en la luz.
No hubo nunca en su vida un alivio tan grande, una paz tan inmensa y un silencio tan lleno de calma, todo el aire que le faltaba le regresó a los pulmones, toda la claridad a la mente, y todo el control a sus manos, recordó los pasos para detener el reloj que descontaba segundos a su destino, y lo miró para ponerse en acción,  la pequeña pantalla le mostró lo último que verían sus ojos llorosos… ¨3, 2, 1¨.










DOÑA JULIA (Vivencia cercana)

  Doña Julia llevaba más de siete décadas vividas en esta tierra y en esta vida, llevaba también cinco hijos, y más de una docena de nietos,...