lunes, 8 de junio de 2020

LA TABLA ENCORDADA (Vivencia infantil)


Habían pasado solo unos días de la mudanza a la nueva casa, que estaba lejos de la ciudad, las cajas y los muebles aún no encontraban su rumbo ni su parqueo definitivo, e Ivan se la pasaba conociendo los espacios exteriores, así que estar en la casa ordenando no era ni de manera remota una prioridad.
Tenía 8 años, así que el mundo se reducía a su tiempo de juegos en solitario o con sus hermanos, a comer y a dormir.
Su papá había conseguido un mejor trabajo, en el cual vivían donde trabajaban, y casi siempre estaba ausente en sus ocupaciones, sin embargo esa tarde Ivan entro a la sala en la qué, mientras su mamá preparaba algo para comer en la aún desordenada cocina contigua, este vaciaba una caja de las que estaban en la sala buscando con interés algunas cosas, delante de un flamante equipo de sonido con parlantes negros y botones plomos, que acababa de acomodar en una mesa baja junto a la ventana.
Buscaba sabiendo el objetivo, y lo encontró, de entre una pila de muchos sobres cuadrados y planos, separo uno que además estaba envuelto en papel periódico, y extrajo de este un circulo negro y brillante un poco más grande que una cabeza, era la primera vez que Ivan veía algo así y su papa lo manipulaba con mucho cuidado, así que de seguro era algo importante y valioso.
Puso el disco negro y brillante en una bandeja plana del aparato de sonido, que al mover un pequeño  brazo empezaba a girar, Ivan preguntó a su papá que qué era aquél aparato, y este le respondió que era un tocadiscos. Pero algo pasó, ya que este se detuvo a media respuesta y miró el aparato extrañado al notar que solo giraba y no producía ningún sonido, luego de acomodar unos cables rojos y negros detrás del aparato algunas notas de música empezaron a salir entrecortadas con silencios, como cuando uno arranca un auto parado durante mucho tiempo… El papá acomodó el brazo con una aguja encima del disco y empezó una armonía de bellísimas voces en coro, luego un piano que las acompañaba y hacia aún más hermosa la melodía, Ivan calló y escuchó atrapado para siempre en ese momento y en esa nueva electricidad que acababa de descubrir, que iba haciéndose cada vez más compleja y llena de tonos, de adornos, de ritmo y de voces…Llegando a explotar en una fiesta de música que en sus oídos se volvió todo un mundo de colores y tonalidades para explorar y conocer.
A partir de ese día escuchaba cada día todas las canciones de aquel disco, y aunque ya sabía leer, todos los textos estaban en ingles, así que solo leía las palabras, pero no entendía el significado.
Pero la música empezó a insistirle de otro modo, ya no solo era suficiente con escucharla una y otra vez, era como una semilla que había crecido dentro de sus átomos, y quería salir de algún modo, pero no encontraba cómo.
Aunque su papá tocaba la guitarra, nunca mostró interés en enseñarle algo, y la vieja guitarra que tenia desapareció de la casa y no volvió, así que esta no era una opción, sin embargo habían en la casa varios cancioneros de todo tipo conservados en polvo, y empezó a verlos con la curiosidad que le producía toda esa música metida en sus huesos, que buscaban una vía para salir…
Vio que lo primero que mostraban todos los cancioneros eran unos dibujos de cuadritos a rayas con puntos oscuros, en los que aparecían letras y números, así que leyendo con cuidado entendió de manera clara que se trataban de indicaciones respecto a donde poner los dedos sobre las cuerdas de la guitarra, así que ni corto ni perezoso, procuró de inmediato una tabla de pino del largo de su brazo del taller de carpintería cercano al que acostumbraba  ir para construir su más locos inventos, donde se la regalaron, además se agencio una buena cantidad de clavos doblados y oxidados que tuvo que enderezar uno a uno con una piedra y un martillo,  clavo seis de los clavitos de un lado de la tabla y seis clavitos del otro, y usando hilo de cáñamo encordó cada clavito de arriba con el de abajo de la tabla, haciendo un mástil artesanal de guitarra que le serviría para practicar las pisadas hasta tener un guitarra de verdad en la cual podría hacer música, para completar, dibujó con un marcador unas líneas negras transversales y un circulo negro a modo de agujero de resonancia.
Y así empezó, practicaba las pisadas en el orden que indicaba el viejo cancionero, que tenia canciones de "The Beatles", era obvio que no podía cantarlas pues su guitarra no sonaba, pero aprendió los acordes necesarios para hacerlo en cuanto tuviera una guitarra de verdad.
Una de esas noches mientras practicaba absorto tratando de pisar del modo correcto, su mama abrió la puerta del cuarto para ver cómo estaban él y su hermano, quienes dormían en la misma habitación…Y vio a Iván con su tabla encordada, le pregunto que qué era eso, y él respondió que era su guitarra…-No sabía que te interesaba eso hijito-. Le dijo sonriendo, y este le explicó a su mamá lo que hacia con el cancionero y la tabla de cuerdas.
La amorosa mamá se despidió dando las buenas noches y parecía que eso quedaría ahí, pero a los pocos días entro a la casa cargando en el hombro un estuche largo y gordo de un lado, y se lo entrego a Ivan, era una guitarra que pudo prestarse de uno de sus tíos, era de madera café y muy liviana, con las cuerdas tan separadas del mástil que pisarlas con sus dedos de niño eran una verdadera tortura, sin embargo la música interior del niño era mucho más insistente que el dolor y llevaba años queriendo salir de él, entonces puso empeño y al poco tiempo los acordes practicados en una tabla de madera con hilos de cáñamo mudos, cantaban en la guitarra que aunque no valía nada en términos monetarios, fue un milagro maternal y era lo más valioso para el travieso niño.
Además su diligente mamá averiguó y consiguió unos cursos en los que un prestigioso maestro enseñaría en el lugar, cobrando nada más que con el entusiasmo de los aprendices y con la condición de cumplir con las prácticas,  a los que Ivan asistió sin falta durante los pocos meses que duraron, culminando en un pequeño concierto de toda la clase  de guitarristas nóveles para la institución, en la que Ivan tuvo la parte principal de la pieza a interpretarse.
Habían pasado 4 años desde la primera canción escuchada aquella tarde en la sala con su papá,  que le abrió el amor por la música y le sembró el rock en su vida para siempre, la colección de casetes personal que había ido adquiriendo con sus recreos ahorrados con mucho sacrifico era de envidiarse, pero estos no tenían ese sonido cálido y profundo del tocadiscos, así que fué a revisar en la colección de su papá y encontró el disco que lo inició todo, y como ya sabía leer y entendía mucho mejor el inglés, la portada era blanca y con una dona central de colores, a modo de escudo, del que emergían un par de leones, un cisne y un par de hadas, la leyenda decía "Queen, A Night at the Opera" y la canción era la número 11 de aquél antiguo LP: "Bohemian Rhapsody"

LA ÚLTIMA CONVERSACIÓN (Vivencia infantil)


-Te pareces al actor de la novela brasilera, esa que da en la tv, ¿Has visto?-. Me decía mirándome con una sonrisa y sus ojitos brillantes de ancianita recién nacida, sentada en su mecedora de toda la vida, con su manos menudas, inquietas y arrugadas, apoyadas en la manta tejida que abrigaba su falda, que al tacto se sentían suaves como el papel y tibias.
- No abuelita, no la he visto, pero gracias, debe ser muy guapo ese actor-. Le decía en tono de broma, pero los pocos segundos que tardaba en pronunciar la oración, sus ojos se perdían otra vez, y no volvían más que en contadas y cada vez más distantes oportunidades.
-¿Estás bien abuelita?-. Le preguntaba por su comodidad, pero ella ya no estaba ahí, su mente se perdía en destinos azarosos contra los cuales luchaba desde años atrás, y no era para menos, a solo una pedrada de distancia retrocediendo en el tiempo era una mujer que parecía no tener descanso nunca, menuda e inquieta, con un mandil atado a la cintura siempre, no dejaba mueble, adorno o nieto sin su limpieza y pulido correspondiente, desde su cocina, que parecía ser el centro del universo familiar, donde ella era la reina absoluta, y desde la cual ordenaba y  hacía y deshacía el mundo, pelando y cortando unas papas con un pequeño cuchillo en las manos mientras un aura de vapores de cocción la envolvía a ella y a las hijas que ayudaban con las labores.
Reina de su casa y de su numerosa familia, desde su bautizo, abuelita Regina para todos, Abue Regis para los muchos nietos en jerga familiar de cariño.
Los infinitos y hermosos hilos ondulados que cubrían su cabeza eran como un trenzado de olas de plata, tan finos y suaves al tacto que parecían inmateriales, sus gruesos lentes de lectura que ya parecían parte del rostro y su sonrisa tierna para con sus hijos y nietos que, para ella, eran un motivo de alegría siempre.
Nunca respondía la pregunta, solo miraba como una bebe a la que se le habla y entiende, pero no es capaz de responder, no encuentra las palabras, o solo no las sabe…Ella las sabia, pero se le escapaban y le jugaban bromas, y decía algo que no era, también confundía caras e historias, que sus hijos y nietos tenían que descifrar como si fuera un código secreto para entenderla y darle lo que le hacía falta, o solo para seguirle las charlas, que necesitaba tener, y que le dolía no poder hacerlas, tenía conciencia de lo que le pasaba y sus silencios confundidos no podían callar las elocuentes expresiones de su rostro, las lagrimas que derramo muchas veces por la impotencia de no poder hacerse entender, también fueron distanciándose cada vez más.
Una de las fechas importantes en mi niñez eran mis cumpleaños, y eran aún más especiales por que recibía de ella mi postre favorito de aquel entonces, sus deliciosas manzanas rellenas al horno, aquellas frutas verdes y acarameladas por el azúcar derretido en su interior y ablandadas por el calor, son de los insistentes sabores y nostalgias de mi niñez que no volví a probar nunca más, por no venir de sus manos.
Cuando iba a decir algo buscaba la mirada del que esté presente, y con mucho esfuerzo armaba una o dos oraciones, con su boquita sin dientes, luchaba por decir algo coherente, y al no lograrlo se callaba otra vez…Pero habían ocasiones, en las que por estar rodeada de sus hijos y nietos, lograba tener lucidez por un periodo más largo, y disfrutaba de esos espacios como un regalo efímero, riendo y rematando alguna broma.
Siempre me pudo la curiosidad, y una de esas pocas ocasiones en las que pude notar  mayor claridad en sus ideas, me atreví  a preguntar qué es lo que sentía en su cabecita.
-¿Estoy mal no papito? Ya no sé escribir… ¿Estoy mal…? Te pareces a ese actor brasilero-.
Me dijo bajando la mirada como buscando algo en el suelo, pero en realidad era una búsqueda en su interior, tratando de enlazar sus ideas tanto en texto hablado como en el tiempo, y se esforzaba de verdad…Parecía un esfuerzo físico.
-Tijeras, cuando córtan el periódico ¿Has visto? O la Biblia…-. Sus palabras parecían no tener sentido en el momento –Tijeras, las que cortan mal…Esas fotos del cajón-.
Luego hizo silencio y sus ojitos se perdieron en el vacio otra vez, en el momento no tenía ningún sentido lo que me había dicho, excepto la parte de las fotos del cajón, en la familia habían un montón de fotografías que eran guardadas sin ningún orden en uno de los cajones de un mueble de la sala, y hacia mucho que nadie las había sacado para nada.
Fui a revisar aquel cajón y entre las primeras fotos que estaban encima de la pila, habían algunas que habían sido cortadas, pero sin ningún sentido, por las esquinas, en curva, cercenando muchas veces la imagen de alguno de los protagonistas de la foto, alguna tía, primo o prima o nieto, haciendo que algunos queden irreconocibles, a no ser que se tenga la parte que había sido cortada.
Averiguando supe que la poda fotográfica había sido perpetrada por uno de los traviesos nietos de la familia, que aprovechando un descuido encontró en el cajón un sinfín de imágenes de colores que requerían su toque de maestro peluquero.
Pero entonces entendí lo que quiso decirme mi abuelita con esa última conversación, el mal mental que tenia y contra el que peleaba sin pausa, era como una tijera, que iba cortando sin ningún orden las palabras de las páginas de su vida, dejando trozos incompletos, también iba cortando rostros de las fotografías en sus recuerdos, y nunca más los volvía a armar, dejaba sus muchas historias y su mente cercenada y sin ningún sentido ni para ella ni para nadie, un cuaderno de travesuras infantil, garabatos multicolores que no llevan a ningún lugar, ni narran ninguna historia, una biblia escrita en un lenguaje desconocido y en trozos.
Después de darme esa respuesta, volvió a perderse en el mar infinito y desconocido de su cansada mente, y aquella tarde no volvió a hablar más.
A los pocos días alguien llamó a casa y pude escuchar cómo en la llamada atendida por uno de mis hermanos, le decían que la abuelita se había dormido la noche anterior y que no había despertado en la mañana, ni lo haría nunca más.

DOÑA JULIA (Vivencia cercana)

  Doña Julia llevaba más de siete décadas vividas en esta tierra y en esta vida, llevaba también cinco hijos, y más de una docena de nietos,...