lunes, 18 de mayo de 2020

EL ATRASO (Vivencia fantaseada)

EL ATRASO
Saliendo de la penumbra de aquél recinto, la luz solar me pegó como a vampiro con resáca, algunos de esos cursos y talleres deberían ser recetados para curar el insomnio… Urgía una dosis fuerte de cafeína.
La sensación de sopór era profunda, tanto que después de aquel deslumbramiento solar, que desapareció entre las sombras de edificios y arboles, perdí la noción del tiempo, era esa hora precisa en la que no hay certidumbre sobre si esta amaneciendo o anocheciendo, incluso con el efecto de remordimiento, en mi escasa conciencia,  por haber desperdiciado un día durmiendo.
Estaba con tiempo de sobra antes de una reunión con un amigo, así que decidí ir al café de todas las tardes, en la esquina de la Plaza Principal, a solo unas cuadras de distancia, y esperarlo tomando un espresso.
Además no quería perderme la sorpresa de quienes atienden el café, ni de mi amigo, por mi nueva apariencia, que pasó de ser de rockero melenudo en toda regla, a conscrípto en su primer día de enlistamiento, sin más razón que él que me diera la gana, quise un cambio, y me rapé a cero.
Entrando al café las reacciones no decepcionaron, fueron más de cuatro años de cuidadoso cultivo capilar que quedaron en el piso de aquella peluquería.
Quise sentarme en mi mesa de siempre, pero estaba ocupada, así que me senté en la barra, donde aun había un cenicero con los restos humeantes del cigarrillo de la ultima cliente, y lo sé por el hermoso carmín rojo que teñía la punta de aquella colilla.
Después de haber hecho mi orden, toda la sarta de pensamientos y fantasías que suelen atacarme en mis silencios de café y cigarrillo,  se detuvieron en seco al sentirme atravesado por una mirada.
Era una mirada penetrante, ansiosa y decidida, era casi una mordida… No era el tipo de mirada que uno intenta evitar, al contrario, daba la sensación de que lo único posible afuera de ese enfoque,  era el destierro de la muerte.
Era un hermosa mujer, que sin ningún disimulo quiso encandilarme con sus ojos, y al ser esta una novedad interesante para mí, me deje llevar a ese juego de seducción silenciosa.
Los escasos segundos que usé para endulzar mi café y probar el primer sorbo sirvieron de distracción para que aquella mujer de presa se levante, se acerque a mí sigilosa y me diga susurrando al oído -Te espero en el auto azul-.
Es increíble cómo se ralentiza el tiempo cuando la mente corre, en especial si corre tras unas hermosas caderas… Los dos o tres minutos que tardaron en cobrarme el café a medias duraron como un invierno.
El auto azul estaba a pocos pasos de la puerta del café, me acerqué y antes de entrar me cercioré de que era el correcto viendo hacia el interior, en el asiento del conductor estaba ella, aún más hermosa de cerca, y con un aroma de mujer que se metía por los poros.
Arrancó el auto y avanzó a la velocidad que le permitía el tráfico, el silencio para mi és siempre la mejor opción, pero en este caso habían demasiadas cosas calladas, y quise presentarme, ella se adelantó a este impulso deteniéndome con la mirada, y me dijo
 -Hablamos después… -. Me acaricio la rodilla y parte del muslo con una sutileza de gata, puso sus manos en el volante y arrancó.
El edificio de departamentos donde estacionamos solo estaba a unas cuadras del café, subimos en ascensor, con el silencio apenas interrumpido por nuestra respiración, y algún simulacro de sonrisa que se quedaba a medias.
Entrando al pequeño departamento en el cual lo primero que se sentía era un olor que era una peleada mezcla entre  incienso de lavanda y humo de cigarrillo, me invitó entrar a la pequeña sala, en la que había un sofá enorme, que daba la impresión de haber crecido en el lugar donde estaba, no parecía posible haber sido metido allí… Con un movimiento de bailarina hizo un giro quedando frente a mí, muy cerca, sus labios se unieron a los míos, pero no era un beso, era una presentación, como diciendo <<Aquí estamos…>> Se alejo lo apenas suficiente para decirme  -Te queda muy bien el rapado-. Giró alejandose y tomando una botella de vino que esperaba en la mesa de la sala, sirvió una copa y me la invitó.
Dijo volver en un momento y salió de la sala, quedando yo en pie, con la copa de vino en la mano y con tantas cosas en la mente como se me permitía antes de colapsár y quedár en blanco.
Me senté en el sofá después de un par de minutos de curiosear el pequeño librero que allí tenía, tomé otro sorbo de vino… Ella apareció en la puerta, desnuda por completo, esplendida,  usando apenas una especie de chall de tela translucida a modo de inverosímil abrigo, y coqueteando en el marco de la puerta como modelo de calendario antiguo.
Se me acercó con pasos medidos, y usando el chall para enlazarme por detrás de la cabeza, me haló hacia sus labios, en un beso muy intenso, pero sin dejarme parar del sofá, ella se sentó encima mío y empezó a besarme el cuello, subiendo hacia mi oreja izquierda, mientras con su mano acariciaba mi pecho e iba abriendo los botones de mi camisa uno a uno… nos fundimos uno con otra con una intensidad que da para otra historia.
Quedamos exhaustos y a medio morir en su sofá, me quedé dormido de manera profunda, pero solo unos minutos, y al despertar  ella ya no estaba a mi lado, me vi solo y desnudo en un departamento desconocido, y en una situación desconocida…Empecé a vestirme repasando los hechos en mi cabeza, aun agotado por el encuentro cuerpo a cuerpo…Al ver la hora en mi reloj noté que ya estaba atrasado para la reunión con mi amigo, así que empecé a apurarme.
Ella me sorprendió con un -Hola-. Desde la entrada a la sala, ya vestida y secándose el cabello aún mojado por la ducha que acababa de tomar, me dijo
-Dame un minuto, tengo algo más para ti-. Y empezó a marcar un número en un teléfono inalámbrico que levanto de la mesita de la sala… En aquél silencio alcancé a escuchar un par de timbrazos del otro lado de la línea, y como alguien atendió, ella dijo -Hola, soy yo…si, sigue aquí, te paso…-. Y me alcanzó el auricular.
Lo acerqué a mi oído con total incertidumbre, como si fuera a escuchar a mi misma muerte, y solo dije -¿Hola…?-. Me respondió una voz masculina desconocida por completo, diciéndome -Hermano, sé que estas pasando una mala racha con tus cosas, pero un cumpleaños es solo una vez al año, así que hay que aprovecharlo, espero que hayas disfrutado tu regalo, sé lo jodido que eres escogiendo tus minas… jajjaja, un abrazo y felicidades, nos vemos…-. Y colgó.
Lejos de aclarar un poco la situación, quedé mucho más confundido y con más interrogantes, que quizás ella podría aclarar, pero adelantándose a mis intenciones, me detuvo en seco con lo último que abría de escuchar de sus labios -Por favor vete, espero a alguien, la puerta está abierta… A sido un placer, me gustaste mucho, no te preocupes por el pago, tu amigo canceló todo…Chau-.
Decidí bajar los cinco pisos por las escaleras a modo de aclarar mi mente, y para no cruzarme con nadie en él ascensor,  lo primero que vino a colar es que mi cumpleaños distaba al menos cuatro meses en cada dirección del calendario, lo cual eliminaba la posibilidad de que se trate de algún bien intencionado pero olvidadizo amigo.
Aparte yo siempre he sido reácio a festejos de cualquier índole, y aún peor por algo tan fútil como nacer, en todo caso el festéjo tendría que haber sido para mi madre.
Lo de "Ser jodido escogiendo mis minas" Era un rotúndo no, al menos en el plano físico, así que en definitiva, no era yo a quién le hablaba el misterioso amigo.
Decidí ir al café de la plaza, por si mí amigo me esperaba aún, caminado en este mundo, pero intentando atár los cabos sueltos en aquel pequeño satélite mental en que sé convirtió ese departamento con olor a lavanda y cigarrillo.
Llegué al café y mi amigo ya no estaba allí, mi mesa de siempre estaba libre así que me senté en ella, hice mi orden y al hacerlo di un vistazo a todo el ambiente por si acaso, entonces noté lo que llenaría todas las respuestas a las interrogantes que me había estado haciendo desde la primera mirada de aquella mujer misteriosa, en la barra donde yo me había sentado antes, estaba sentado un sujeto como de mi edad, con el cenicero lleno de colillas, muy malhumorado a la vista...Y con la cabeza rapada.
Disfruté mi taza de espresso sorbo a sorbo y sonrisa a sonrisa, al terminar pedí la cuenta, y le pregunté a la mesera cuanto tiempo llevaba ahí el sujeto de la barra, me dijo que alrededor de dos horas…
Cancele la cuenta, me dirigí a la puerta conteniendo apenas una sonrisa para conmigo mismo, me arregle el cinturón y vi mi reloj, hora de ir a casa, nada de qué arrepentirse, al fin y al cabo una cosa así puede ocurrirle a cualquiera.

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